sábado, 31 de enero de 2015

Capítulo XCI:

-¿Adónde vamos?- pregunté.
-Ya verá.
El auto estaba en marcha, el transito era fluido, no me importaba adónde íbamos, siempre y cuando estuviera con Danniel, hasta ir al noveno circulo del infierno sonaba grandioso.
A diferencia de Mateo, el silencio con Danniel no resultaba incomodo, era agradable, como si ambos hubiéramos acordado no decir una sola palabra.
Por el parabrisas, el cielo se comenzaba a nublar, las nubes se juntaban ocultando al sol.
Las calles me comenzaban a parecer conocidas.
-¿Me das una pista de adónde vamos?
-Muy bien- hizo una pausa. –Ya has estado antes ahí.
-¿Al parque?
-No.
-¿A “Esquina del cielo”?
-No.
-Me rindo.
Él siguió avanzando entre los coches, sin decir nada, ese silencio cómodo se apoderaba del ambiente una vez más.
-Hemos llegado- dijo estacionando el coche.
-¿Adónde?- no entendía nada, no veía nada fuera de lo común.
-Ahí- señalo al hospital, donde había estado hace poco y claro donde trabajaba su papá.
Mis prospectos eran cada vez más románticos, uno me llevaba a un fumadero, el otro a un hospital, con suerte pronto conseguiría a un chico que me llevara a una morgue.
Bajamos del auto, y Danniel me hizo seguirlo.
-¿Por qué no metiste tu coche al estacionamiento?
-Para pasar desapercibidos, tú sólo sígueme.
Y así lo hice, lo seguí; algo que era irónico, fue que a pesar de no haber usado el estacionamiento fue que aun así entramos por ahí.
Subimos por un ascensor y lo seguí a través de unas escaleras. Los zapatos, a los cuales no estaba acostumbrada, me estaban matando, no aguantaba más.
-¿Falta mucho?- pregunté, tratando de disimular el dolor.
-No, ¿por qué?
-Nada más- fingí una sonrisa.
Lo seguí a paso firme, era un poco difícil, los pies me lastimaban cada vez más. Finalmente, Danniel se puso frente a una puerta, la empujo un poco, y me hizo una seña para que lo siguiera, fui con él, al cruzar esa puerta, quede asombrada, ¡habíamos subido hasta el ultimo piso!
-Y bien- sonrió -¿qué te parece?
La ciudad se veía increíble desde las alturas, a pesar de que el cielo estaba oscurecido por las nubes, el espectáculo no dejaba de ser impresionante.
-Ven- me invito.
Me acerque a él, me tomo de la mano y nos sentamos al borde de aquella edificación.
Mire hacia abajo, cosa que fue mala idea.
-¿Qué pasa?- pregunto.
-Nada- dije tratando de no mirar hacia abajo –sólo que no soy muy afín a las alturas.
Él se río por lo bajo.
-No es gracioso.
-Lo es.
-No, no lo es- soné un poco molesta –no es gracioso, pensando que podría caer y morir.
-No pasará.
-¿Cómo estas tan seguro?
-Porque, yo no permitiría que te pasara algo malo.
Voltee y me sonroje, él soltó una risita y volvió a ver hacia en frente.
Hicimos silencio, el viento comenzó a soplar, una fuerte ráfaga de viento nos azoto, era agradable sentir aquella briza jugando con mi cabello suelto.
Me levante de aquel borde y di una vuelta por el edificio, Danniel me siguió el paso.
-Este lugar es lindo.
-Es mejor que un fumadero- me sonrió de nuevo.
Un rayo ilumino el cielo y después de un trueno, la lluvia comenzó a caer, suave y refrescante.
Corrí para entrar de nuevo, Danniel me detuvo.
-¿Le tienes miedo a un poco de agua?
-Le tengo miedo a resbalar y morir, con estos incomodos zapatos.
-Tengo la solución- extendió sus manos –dámelos- sonrío malicioso.
-¿Para qué?
-Dámelos- insistió.
Seguí sus instrucciones, como si estuviera hipnotizada, me quite ambos zapatos, sentí un inmediato alivio al sacar esas armas de tortura de mi pies. Sentí el suelo de la cima de aquel edificio, frio y húmedo por la lluvia. Le entregue los zapatos y el chico sonrió triunfante.
-¿Ahora?
-Ahora…- hizo una pausa –sígueme.
Lo seguí de nuevo a un borde de aquel edificio.
Puso los zapatos en el aire y los soltó.
-Listo problema resuelto.
-Sí claro, dile eso a la persona que acabas de matar con esos zapatos.
-No creo que alguien muera por el golpe de unos zapatos… a cien metros, mira lo bueno es que si golpean a alguien, estamos frente a un hospital.
Ambos reímos, la lluvia seguía empapándonos, mis ojos se posaron en sus bellos ojos azules, parecían zafiros.
Me puse de puntitas y le di un beso, él respondió.
Estábamos ahí, bajo la lluvia, fundiéndonos en un beso, no importaba que estuviera lloviendo, el calor de ese beso hacia desaparecer el frio de la tormenta, como si el calor de nuestros labios evaporara todo eso. Se sentía como si con ese beso le estuviera diciendo todo lo que no le había dicho.
-Lola- se alejo de mi rostro. –Me gustas.
-Tú… me gustas muchísimo.

-Lola…- me dio un beso corto y suave –yo…  ¿quieres ser mi novia?

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En una esquina del cielo, es una novela romántica, que habla sobre Lola, una chica de 14 años, enamorada de Danniel, un joven mayor, ¿sera acaso su verdadero amor?