Salí de
mi casa, con unos veinte minutos de anticipación, fui directo al parque y me senté
en una banca, el clima era agradable, así que me puse ropa cómoda, un short de
mezclilla y una playera verde, cubierta por una delgada sudadera blanca, los
converse rojos de siempre y mi cabello atrapado en una trenza.
-¿Por qué
siempre soy tan puntual?- me reclame en voz alta.
Un poco a
lo lejos, vi a un señor con unos pajaritos, estaban en sus jaulas, lo había
visto antes, desde la ventana de mi habitación, al parecer era una forma de
“ver tu futuro”.
Qué
demonios, no tengo nada que perder, sólo tiempo y eso me sobra por el momento.
Había
gente alrededor, habían mujeres, niños, adolescentes, todos asombrados por las hazañas
del pequeño periquito, al parecer se balanceaba y subía por los hombros de una
chica.
-¡Acérquese-
clamaba aquí hombre –joven, señorita, todos!
Me
acercaba cada vez más a ese tumulto de gente, el hombre me vio y gritó:
-Pásele
güerita, pásele y vea que le quiere decir el futuro.
Me señale
a mi misma, como cuestionando al señor.
-Sí,
usted, güerita- dijo, reafirmando mi suposición.
Me
acerque a aquel hombre, parecía un señor común y corriente, no era muy alto,
llevaba unos jeans deslavados, un suéter rojo, a pesar del calor, era moreno y
llevaba bigote.
El hombre
abrió la jaula y el periquito se acerco a mi, subió por mi hombro y bajo de
nuevo, había tres especies de charolitas, tomo un papelito y me la dio.
Abrí la
pequeña nota:
“El amor
esta más cerca de lo que crees”
Tal vez
era muy acertada, tal vez era otra prueba más de que debía estar con Mateo.
Sonreí al
señor y deje unas monedas, este me sonrió, mostrando una sonrisa amarillenta,
pero mas que nada, de agradecimiento.
¿Ese
pequeño perico tendría razón?, ¿se referiría a Mateo?, a quien más, todo
indicaba que él era al que le gustaba, no a Danniel, él tenia a su amiga, que
estaba buenísima.
Me tire
en una de las bancas de aquel parque y solté un gran suspiro.
-Te
deberían cambiar el nombre de Lola, a “la chica de los suspiros”- era Mateo,
Mateo que aparecía con una sonrisa en su rostro.
-Eres tú-
sonreí.
-Soy yo-
se sentó a mi lado –¿Por qué el suspiro?
Le pase
la nota, él la tomo, sentí sus dedos, suaves, no pude evitar estremecerme,
sentir su tacto tenia ese efecto. Voltee a verlo, no había notado hasta ahora, que
había cambiado el adorno de su oreja, ahora siendo, un circulo azul.
-Tal vez
estas cosas tengan razón- sonrió. –Creo que deberías guardarlo y comprobar si
estas cosas son ciertas o no- me dio el papel, de nuevo pude sentir su tacto,
guarde aquel pedazo de papel en mi cartera.
Me reí un
poco, tal vez una risa nerviosa, por haber notado la obviedad de aquella
indirecta, que había parecido mas bien directa.
-Por
cierto, bonito arete.
-Gracias,
creí que nadie lo notaría- hubo silencio un momento. Hasta que dijo: –Demonios…
creí que nadie lo notaría.
-¿Qué
tiene que lo haya notado?
-Que
nunca tendré un alter ego- dijo con decepción –pensaba que me podría poner algo
como Matias Montaña, y volverme súper famoso, a Hannah Montana le funciono y
ella solo usaba una peluca.
-Perdón,
por haber arruinado tus planes- hice una pausa. –Pero tú sabes, siempre puedes
ser huérfano y salvar a Ciudad Gótica.
-Pero no
soy millonario, demonios, siempre hay algo que arruina mis planes- hizo un
puchero. –Creo que necesito un abrazo- se levanto y abrió los brazos.
Me
levante y lo rodee con mis brazos, él me atrapo en los suyos; inspire todo su
aroma, sentí su calor recorrer mi cuerpo y como sus manos acariciaban mi
espalda.
-¿Nos
vamos?
Asentí
con la cabeza, nos separamos y me tomo de la mano. Corrimos juntos hasta su
camioneta, nada ni nadie, podría arruinar nuestra tarde juntos.