Después
de arrastrar a Demian por varias tiendas de niñas, Sebastián llego por nosotros
en su auto nuevo, lo cual me pareció una excelente idea, sería un viaje más cómodo
que ir todos apretados en su moto.
El
trayecto estuvo lleno de bromas, de chismes, chistes y todo lo que aconteciera,
sobre todo mi naciente relación con Danniel, tan neófita, tenia menos de
veinticuatro horas de haber comenzado, pero se sentían como semanas.
Baje en
el parque frente a mi casa, me despedí de todos y salí del auto.
Pase justo
al lado de los columpios, cuando una mano me tomo por la cintura, di media
vuelta.
-Hola- me
saludo Mateo y me dio un beso en la mejilla.
-Hola-
salude, con extrañesa.
-¿Te
gustó mi regalo?- preguntó, sus ojos reflejaban un brillo, como si estuviera
ilusionado.
-¿Cuál
regalo?- detestaba ser yo quien rompiera esa ilusión.
-La
canción.
-Ah ese
regalo- tenía que ser concreta y directa, pero sobre todo decirle que tenía
novio. –Me gusto, es muy bonita- rayos, ¿qué pasa contigo Lola?
-Entonces
¿qué dices?
Me quede
en blanco, estaba deseando que no se refiriera a que la canción era alguna
especie de proposición romántica.
-¿Qué
digo de que?
-¿Aceptas
andar conmigo?
Bien,
había llegado el momento de decirle que no.
-Mira,
eres increíble, pero… no puedo ser tu novia- ¿por qué no sólo pude decir que
no? Me faltaba algo de frialdad.
-¿Por qué
no?
-Porque
ya hay alguien.
-¿Es el
gordito o el rubio?- su cara cambio, no podía leer su expresión, era cómo si lo
acabara de apuñalar.
-El
rubio- dije de forma seca.
Él se
quedo pensando, de nuevo, uno de esos silencios incomodos, que con Danniel no
existían, con Danniel, podía disfrutar del silencio, pero por alguna razón, con
Mateo no, era cómo si todo en el ambiente se detuviera y la gente dejara de
respirar.
-Bien-
rompió el silencio.
-Bien-
dije como si lo estuviera imitando.
-Pero…-
añadió, su mirada estaba perdida, como buscando algo en otra. –¿Y el beso?, o
mejor dicho, ¿y los besos? ¿no significaron nada para ti?
-No…- no
sabia que decir, todo me era tan confuso, tan irreal –digo sí, obviamente
significaron algo, pero estoy… estaba confundida.
Otra vez
el silencio incomodo, ya me estaba empezando a cansar, no había pensado que mi
relación con Danniel lastimaría tanto a Mateo.
-Perdóname-
fue lo único que pude decir.
-No hay
nada que perdonar- suspiró –supongo fue mi culpa, por ilusionarme… ilusionarnos
a ambos, con algo que no podía ser.
-Yo…- se
me hizo un nudo en la garganta, sentía que si decía algo más rompería en
llanto, aunque no había una razón aparente para hacerlo.
-No digas
nada más- pude ver que sus ojos se cristalizaban –creo que mejor me voy, nos
vemos después.
Antes de
que pudiera decir algo, Mateo había dado media vuelta y ya se estaba alejando,
hacia algún lugar desconocido, tal vez se dirigía al fumadero a ahogar sus
penas. Lo seguí un momento con la mirada, después sólo me quede ahí perdida,
mirando a la gente pasar, cinco minutos después regrese en sí y seguí mi
camino.
Creo que
debería dejar de ser tan distraída.
Llegue a
casa, mi padre aun estaba en el trabajo, mi madre miraba una película y Sofía
estaba en su cuarto jugando. Yo entré a mi habitación.
Coloque
mis bolsas en la cama y saque las cosas que había comprado, había unos tenis
negros con picos que me encantaron al instante, hacían juego con “la pulsera
ruda”.
Fui a mi clóset,
quería guardar algunas cosas. Comencé acomodando la ropa nueva, había comprado
una blusa que me encantaba, me agache y vi las botas de Danniel, había olvidado
que las había puesto en el mismo lugar, donde estaban los zapatos incomodos que
Danniel arrojo desde la sima del hospital.
Tome una
bota y me senté en la cama, había perdido toda su humedad, pase mis dedos por
el rugoso exterior. Era como si Danniel y yo nos hubiéramos convertido en la
cenicienta y el príncipe azul, sólo que los papeles se habían invertido el se
había convertido en cenicienta y yo en el príncipe, que esperaba con ansias
verlo de nuevo.
-¿Usar
botas de hombre tres veces más grande que tu pie es la nueva moda?- preguntó mi
madre.
Ella
estaba parada en el marco de la puerta, observándome con curiosidad.
Comencé a
sentir la sangre hirviendo en mi cara.
Tenia que
inventar algo, rápido y convincente.
-Es un
regalo- me excuse.
-Se ve
algo desgastada para ser parte un regalo- demonios, era buena. –Además ¿quién
quiere sólo una bota?, ¿para quién es el regalo?, ¿un pirata?
-Bueno
yo…
Mi mamá
se sentó al lado de mi al borde de la cama, me rodeo con un brazo y me dedico
una sonrisa, una de esas cálidas sonrisas que sólo una madre te puede regalar.
-Vamos
Lola, también fui adolescente, mis excusas eran mejores, ¿de quién es esa bota?
-De…-
¿sería buena idea decirla que la encontré en la calle y me gusto mucho? –de…
-¿De?
Finalmente
solté un suspiro.
-De mi
novio- pude soltar finalmente.
-Bueno-
dijo mi madre –en mi época los chicos nos daban sus chaquetas, esta juventud es
cada vez más rara.
No pude
evitar esbozar una sonrisa.
-Pero-
sabía que había un pero, por alguna razón sabía que me iba a preguntar
infinidad de cosas, seguramente empezando por un ¿quién es tu novio? –creí que
me hablarías antes de que estabas saliendo con alguien, siempre me cuentas
todo- me sorprendí, había algo de tristeza en su voz, algo de sorpresa también.
–Creí que me contarías antes que tú y Mateo son novios- me quede paralizada.
¿Mateo y
yo saliendo?
-Pues te
lo hubiera contado… si estuviera con Mateo.
-Espera,
¿Mateo no es tu novio?,
-No.
-Creí que
lo eran, después de la última conversación que tuvimos acerca del tema y ahora
me dices esto, supuse que él era tu novio.
-No-
repetí de nuevo.
-No me
digas- puso cara de sorpresa –¡Eres novia de Demian!
-¿¡Qué!?,
¡no!
-Okay, ya
me perdí.
-Bueno-
tener que decirle la verdad, sobre todo porque esa verdad rompía las reglas de
mis padre acerca de los novios mayores, me estaba resultando difícil, más de lo
que yo creía. –Es alguien más… se llama Danniel- pude soltarlo finalmente, como
si hubieran liberado una roca que estuviera oprimiendo mi pecho.
-Oh- no
podía leer la expresión se su rostro. –¿De dónde lo conoces?
-Por ahí…
-¿Por
ahí?, ¿por ahí dónde?
Internet,
específicamente Facebook, pero también solía espiarlo mientras corría por el
parque.
-Esquina
del cielo- mentí, no podía decirle la verdad a mi mamá. Técnicamente se la
estaba diciendo, claro que de una forma abstracta.
-¿Y cómo
es él?
-Es…- no
pude evitar soltar un suspiro y sonreír como idiota.
-Supongo
que te trae como loca por esa expresión.
-Por
favor no le digas a papá- suplique.
-¿Qué?-
me miro con desconcierto -¿por qué?, ya sabes que no nos molesta o aterra la
idea de que tengas novio.
-Es
mayor.
-¿Cuan
mayor?
-Tiene
diecinueve.
-Vaya…
ese es un problema.
-Por fa,
no le digas nada a mi papá, se va a poner como fiera si se entera.
Mi mamá
se quedo callada un momento, cerro los ojos y soltó un pequeño suspiro.
-Lola,
son cinco años ¿no crees que es mucho?
-Tú y mi
papá se llevan cinco años.
-Sí pero
a el lo conocí en la universidad, además ambos éramos mayores de edad cuando
sucedió.
-Mamá-
dije con tono serio. –Sé que estas preocupada y todo eso, pero créeme conozco a
Danniel, sus intenciones son buenas, es un chico lindo, por favor, tal vez tú y
mi papá creen que soy muy inmadura para estas cosas, pero conozco los riesgos-
pase saliva y continúe con mi letanía: -él me gusta y yo le gusto.
Mi mamá
al parecer no sabia que decir, miro al techo y luego me vio a los ojos
-Esta
bien- esbozo una pequeña sonrisa –te apoyare en tu “relación”, ¿quién puede
decir que no ante tal discurso?
-¿¡En
serio!?- grite emocionada –gracias mami.
La rodee
con los brazos atrapándola en un abrazo. Pude atrapar un poco de su aroma, ese
que me gustaba tanto, que no sabía describir, una combinación de vainilla y su
perfume, su perfume que de alguna forma, siempre me reconfortaba, no importaba
que el cielo se estuviera cayendo, si estaba oliendo el perfume de mi madre,
todo estaba bien, porque significaba que ella estaba cerca.
-Pero-
añadió –con una condición.
-¿Cuál?-
pregunte separándome un poco.
-Me
tienes que contar todo sobre ese tal Danniel.
-Muy
bien.
Me
levante de la cama, di unos pasos y tome todos los barnices que pude de mi
tocador, mi madre sólo me miro con unos ojos y una sonrisa de complicidad
inigualables, me senté al lado de ella y tome una de sus manos y comencé a
pintarle las uñas.
Así
comenzamos a hablar acerca de Danniel y nuestro repentino romance, (excluyendo
los detalles del “Infinity” y el fumadero donde habíamos estado). Pero lo más
importante, era que estábamos sólo ella y yo, compartiendo un momento de madre
e hija, algo que era solamente nuestro.