Mi padre estaba que echaba chispas,
salimos del terreno y regresamos a la carretera para volver a casa. Mire mi
brazo, su mano había dejado marcas rojas, nunca lo había visto enojado de esa
manera. La misma fuerza que uso en mi brazo parecía imprimirla en el volante,
tenía la impresión de que en cualquier instante lo arrancaría.
La tensión dentro del auto se podía
sentir en el aire, tanto que se podría cortar con un cuchillo, no sabía que
hacer o decir, pero alguien tenía que decir algo… por suerte ese alguien no era
yo, mi madre tomando el papel de mediadora cuando hablo:
-Creo que sería bueno que ustedes
hablaran- fue todo lo que dijo. No hubo respuesta, ninguno de los dos hablo, yo
esperaba que él diera el primer paso.
-Papá, yo…
-Lola- interrumpió él, a pesar de su
estado su voz sonaba bastante tranquila –ahora no, por favor, no quiero hablar
del tema.
-Pero…
-¡Pero nada!- gritó –no quiero hablar
de eso- hizo una pausa para tragar saliva y aclarar su voz. –Y estas castigada-
era raro escuchar aquellas palabras, la última vez que me habían castigado
tenia diez años, todo por culpa de Sofía. Pero ahora distintito, yo lo había
causado. –Y tampoco verás a tus amigos y terminarás con ese muchacho y no
tendrás celular.
Sin mi teléfono y sin Vale… espera
¿!Terminar con Danniel!?
-¿!Qué!?- reaccione sobresaltada
–¡No!- me negué. –No puedes hacer eso.
-Sí- contestó con la misma furia de
antes, pero más sereno. Una extraña combinación
entre rabia y tranquilidad, era algo que sólo mi padre lograba. –Si puedo, yo
te mantengo y eres menor de edad. Cuando seas mayor y te mantengas, harás lo
que quieras- finalizó su discurso.
-¡No es justo!
-¿Sabes que no es justo?- preguntó,
con el mismo tono furioso y pacifico a la vez –que tus amigos nos engañen, para
que tú y tu novio pudieran…- no pudo terminar de articular la oración, parecía
que no sabía que decir.
-¿Para que Danniel y yo qué?- lo
reté.
Sabía que a mi papá no le hacía
gracia que tuviera novio, aunque sabia que el problema no era ese, era la
diferencia de edad.
Él no contestó, todo el trayecto fue
silencio y tensión, ni siquiera encendió la radio.
Cuando estuvimos frente a la casa,
pude notar a Mateo mirando por una ventana, tenía la mirada perdida, en cuanto
nuestras miradas chocaron, el chico me vio con lo que yo sentí como enojo e
inmediatamente cerro la cortina. ¡Genial!, lo que me faltaba, alguien más
enojado conmigo.
Entré a la casa, siguiendo el paso
de mis padres, inmediatamente mi celular emitió un sonido, saque el teléfono de
mi bolsa. Era Danniel:
“Estas bien?”
“Sí, gracias. Y tú?”
Contesté al mensaje de Danniel,
esperando que no me odiara por el incidente con mi padre.
-Y esto- dijo él y me arrebato el
celular –me lo quedo yo.
-Pero es mío.
-Yo lo compré- respondió, guardo
silencio un momento y parecía pensativo. Finalmente dijo: -lo que me recuerda.
Después de decirlo, subió como rayo,
no sabía a que se refería. Hasta que bajo con mi laptop en manos, tomó sentido.
-Esto- dijo –también me lo llevo.
Me mordí el labio para no decir
nada, estaba enojada, salí rápido de ahí y me dirigí a mi habitación. Cerré la
puerta de un golpe, por la ventana pude ver el tranquilo parque y como mi madre
salía a recibir a mi hermana que acababa de regresar de la casa de uno de sus
amiguitos. Cerré las cortinas y me quede en casi completa oscuridad, estaba
herida y molesta con mi padre. Me senté en el borde de mi cama y una lagrima se
derramo, estaba tan furiosa que no había tenido tiempo de llorar.
Comencé a sollozar, ¿y si tenía que
terminar con Danniel?, tal vez todo aquello eran señales de que no debíamos
estar juntos. Pensarlo me hizo sentir una punzada en el estomago.
Me recosté en la cama, mientras las
lagrimas resbalaban por mi cara, tocaron la puerta y aclare mi garganta.
-¿Quién?- pregunté.
-Yo- contestó mi madre –¿Puedo
pasar?
-Pasa- contesté, mientras me secaba
las lagrimas con el brazo.
Mi madre entro a la habitación,
encendió la luz y me lanzó una mirada, no sé si de lastima o de comprensión,
tal vez un poco de ambas. Se acerco a mí y se sentó al lado de mi al borde de
la cama, guardo silencio y me rodeo con un brazo.
-¿Estás bien?- preguntó, su voz
tenía ese tono de madre preocupada.
-No- y comencé a llorar de nuevo –no
es justo.
-Lola…
-Tranquila- paso su mano por mi
espalda.
-Es que…- no podía hablar, cada vez
comenzaba a llorar cada vez más fuerte, con más sentimiento –no es justo-
repetí.
-Es tu padre- contestó –se preocupa
por ti… nos preocupamos por ti.
¿Nos preocupamos?, mi mamá sabe que
Danniel no me haría nada.
-Tú conoces a Danniel- sorbí con la
nariz y trate de aclarar mi garganta.
-No, no lo conozco- contestó, su
tono dejo de ser cálido a ser uno más bien de preocupación –te llevo a un lugar
que esta como a media hora de aquí, a las nueve de la noche, eso no da una muy
buena primera impresión.
-Pero, Danniel no es así- dije entre
sollozos.
-Eso lo sabes tú- lo dijo de una
forma seca –pero nosotros, no tanto.
Guarde silencio. No podía creer que
mi madre, quien había apoyado la relación desde el principio ahora estaba
dudando.
-Lola- se levantó de la cama y se
puso frente a mi –ahora puedes creer que te odiamos, pero lo cierto, es que te
amamos y nos preocupamos por ti- se acerco y me dio un sonoro beso en la
frente, me dedico una sonrisa, de esas que usas para decir que todo esta bien.
–Por cierto- dijo, mientras se alejaba un poco, me mostro un teléfono
inalámbrico –antes de los celulares usábamos esto- me arrojo el teléfono que
usualmente estaba en la sala –milagros de los noventa.
Sonrió de nuevo y abandono la
habitación.