sábado, 16 de mayo de 2015

Capítulo CII:

Entre más avanzábamos, menos conocía el lugar, las calles, los nombres, todo me parecía desconocido.
-¿Ahora me dirás adónde vamos?- pregunte por cuarta vez.
-Ya has preguntado eso como cinco veces- contestó.
-Cuatro.
-Bien, son casi cinco- dijo –creí que no insistirías.
-Me conoces muy poco.
-Eso veo- esbozo una sonrisa.
Seguimos avanzando hasta que la carretera desapareció, el camino se había convertido en un suelo de tierra irregular, uno de esos terrenos baldíos que resultaría perfecto para un crimen.
-Sabes, esto me recuerda a una película-dije.
Danniel detuvo el auto, yo seguía sin ver nada.
-¿A cuál?
-Tú sabes- trague saliva y trate de parecer serena –esa donde un chico lleva a una chica a un lugar desolado y luego le pega con una pala sucia en la cabeza– ni siquiera estaba segura si existía una película así.
-Oh, lamento decepcionarte- contestó tranquilo –la pala que traigo en la cajuela esta limpia.
El chico de cabello rubio comenzó a reír.
-¿Siempre eres así de paranoica?
-A veces más.
Se acerco a mi y me comenzó a besar, comencé a acariciar su rostro y pase mis dedos por sus mejillas.
-¿Entonces es uno de esos lugares donde los chicos llevan a las chicas?- dije con mi frente recargada sobre la suya.
-No- me dio un suave besos –es uno de esos lugares donde los chicos llevan a comer a las chicas.
Me separe de su rostro y mire por la ventana.
-Pues un terreno baldío de noche, no es exactamente la idea que tenía acerca de un picnic romántico.
Danniel salió del auto e inmediatamente fue a abrir mi puerta.
El clima del exterior era cálido, en esta parte de la ciudad las estrellas se ven de una forma clara, el cielo no estaba cubierto del molesto smog. Baje del auto y Danniel me tomó de la mano y lo seguí.
-Este lugar te encantará.
El terreno estaba lleno de chatarra, vagones de antiguos trenes, debían tener cerca de cien años.
-Genial, haz cumplido mi sueño, siempre he querido ir a un terreno baldío a ver trenes, gracias- solté con sarcasmo –si nos damos prisa tal vez el basurero no este cerrado.
Danniel no dijo nada, sólo una sonrisa y tomo mi mano aún más fuerte, lo seguí hasta estar frente a uno de los vagones. Danniel, con toda naturalidad toco la puerta, como si tratase de alguna reunión familiar o de amigos a la que estuviera invitado.
Sin comprender, me quede expectante, no sabía que había detrás de aquella puerta, tal vez una fiesta con desamparados o una pijamada con vagabundos, a estas alturas podía esperar lo que fuera.
La oxidada puerta hizo un ruido chirriante a causa de su  degradado estado, la estaban abriendo. La puerta comenzó a moverse dejando escapar algunos rayos de luz y lo vi, el restaurante más extraño del mundo.
-¿Es un restaurante?- tenía duda.
-Un restaurante dentro de un ferrocarril abandonado- dijo Danniel.
Danniel me soltó la mano y dio un salto dentro del vagón, una vez dentro me extendió una mano.
-¿Tienes hambre?- preguntó, todo él estaba iluminado por la luz que emanaban los pequeños focos de las series de navidad.
-Mucha- tome su mano y elevada por él subí al vagón y choque contra su cuerpo, él me rodeo la cintura con sus brazos y nos unimos en un beso.
El vagón, se cerró de nuevo, haciendo un ruido que hubiera molestado a cualquiera, menos a mi, estaba en los brazos de Danniel, sus ojos me tenían hechizada y su aroma me impedía pensar en otra cosa. Loción y menta, me gustaba su olor, me hacia no querer soltarlo.
Lentamente, sus labios se separaron de los míos, su mano paso por mi rostro e inmediatamente comenzó a sonreír. De la mano, me llevo a la mesa, nada exagerado, un mantel blanco, dos copas y un arreglo florar en el centro, pude notar que había otra igual a una distancia considerable, algunos arboles pequeños en las esquinas también estaban cubiertos de pequeñas luces.
-Me encanta- dije, mientras él me acomodaba la silla –¿Cómo conoces este lugar?
-El dueño es un amigo mío- dijo, mientras se sentaba.
La puerta que une al vagón con el otro se abrió, un joven mesero con una jarra de agua y dos menús, el chico se acerco a la mesa y sirvió agua en las copas. Dejo dos menús frente a nosotros y pude notar que sus mangas recorridas hasta los codos, sus brazos estaban llenos de tatuajes en colores muy vivos, su brazos eran fuertes, muy grandes a comparación de los brazos de Danniel que más bien eran delgados.
-En un momento tomo su orden- dijo el mesero, con una voz muy gruesa.
El tipo de los tatuajes abandonó el vagón y cerro la puerta que unía con el otro vagón.
-¿No viene mucha gente, verdad?
-Sí- contestó –viene mucha gente, es un lugar bastante famoso- no sabía si lo decía con sarcasmo.
-Lo puedo notar, esa inmensa fila de gente esperando entrar.
Danniel río y buscó mi mano a través de la mesa.
-Es porque hoy no esta abierto.
-Okay…- no entendía muy bien el concepto. –Entonces, ¿por qué estamos aquí?
-Porque el mesero, me debe algunos favores.
El mesero no parecía el tipo de amigos de Danniel, no es como que conociera todos sus amigos, sólo conocía a Tatiana, su mejor amiga lesbiana –y que lo fuera hacía que mi alma regresará a mi cuerpo- pero el chico no parecía para nada el tipo de Danniel, el mesero con sus tatuajes, su poblada barba, su labio perforado y el tatuaje en el brazo, era todo lo contrario a Danniel.
-¿El mesero puede hacer esto?- pregunté.
-¿Qué?
-Tú sabes, abrir el restaurante-ferrocarril, para satisfacer a sus amigos.
-No es sólo el mesero- espetó –también es el dueño- me guiño un ojo.
-Supongo que también es nuestro chef.
-Lola, deberías convertirte en vidente.
Se acerco a mí y me planto un beso, uno rápido y suave.
-Deberíamos mirar el menú.
Danniel puso su atención en el menú, como si estuviera leyendo un complicado manual, su mano volvió a tomar la mía, era como si le doliera no tocarme.
-Sabes- dije, sin quitar la vista del menú –antes odiaba los domingos.
-¿En serio?, ¿y qué paso?
-Tú.
Danniel apartó la mirada de su menú y me miro a los ojos, era como sus ojos azules vieran a través de mi, como si supiera cada palabra que iba a decir. En sus labios se dibujo una sonrisa, su mano que aún sostenía la mía apretó con más fuerza sin lastimar la mía.
-Y hoy, justamente, un domingo, cumplimos una semana- lo dijo con un tono indescifrable –¿No crees que tal vez estemos yendo rápido?
-Tal vez- contesté –¿quieres frenar?.
-No- apretó mi mano más fuerte –no quiero- nos acercamos y nos dimos un beso, un beso largo. El lugar era el ideal para eso, nadie que nos molestará o que nos interrumpiera… o casi nadie: el mesero-dueño-chef-amigo de Danniel, comenzó a hacer ruidos con la garganta.
Danniel y yo nos reincorporamos, una sonrisa complice se pintaba en los labios de ambos, estabamos tomados de las manos, como si no hubiera forma de que se nos separara, como si no existiera fuerza humana capaz de hacer que nos separáramos.
 -¿Ya están listos para ordenar?- preguntó el chico, con una pequeña libreta y una pluma en las manos.
-Claro- dijo Danniel, tomó el menú de nuevo. –Yo quiero un…
Danniel fue interrumpido por un ruido, la oxidada y vieja puerta, estaba siendo golpeada por fuera, parecía que podía ser destrozada en cualquier momento, el chico de los tatuajes guardó la libreta en la pequeña bolsa de su camisa y se dirigió a la entrada del vagón. El chico recorrió la puerta y un hombre comenzó a gritar:
-¿Dónde esta?- gritó el hombre, sonaba desesperado y de alguna forma familiar.
-Tranquilo señor, de que esta…- el mesero no pudo terminar la oración, un brazo lo empujo y cayó al suelo. El hombre había logrado subir.
-¡Cristo redentor!- solté, no era cualquier hombre. Me levanté de la silla, Danniel no entendía nada y se levantó de la mesa.
-¿Qué pasa?- me volteó a ver –¿Lo conoces?
-Sí- tragué saliva, las manos me empezaban a sudar y sentía las rodillas a punto de fallar –es mi papá.
-Tú…- Danniel abrió mucho los ojos –papá- el chico miro de nuevo a mi padre que echaba chispas.

Mi papá se acerco a Danniel y sin titubeos le soltó un golpe en la cara, el chico de melena rubia terminó en el suelo, mi padre con la misma fuerza me tomó del brazo y me saco del vagón, sin siquiera darme la oportunidad de despedirme o disculparme con el chico que dejo tirado.

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En una esquina del cielo, es una novela romántica, que habla sobre Lola, una chica de 14 años, enamorada de Danniel, un joven mayor, ¿sera acaso su verdadero amor?