sábado, 27 de septiembre de 2014

Capítulo LXXXI

Salí del baño, con una bolsa en la mano, en ella mi blusa y mi sudadera ambas mojadas. Mateo, ya no estaba en la misma posición, se había movido, gire la cabeza hacia ambos lados, no fue difícil encontrarle, estaba en frente de un puestecito con dos algodones de azúcar en la mano.
Me acerque a él corriendo.
-¿Lista?
-Lista- le sonreí, él me extendió un algodón de azúcar.
-Gracias.
-De nada- se llevo a la boca un pedazo de aquella masa rosa. –¿Qué quieres hacer ahora?
-No sé- me puse a pensar –¿Otra montaña rusa?
-Preferiría algo más lento.
-¿Los carritos chocones?
-Algo menos violento.
-¿La oruga para niños pequeños?, aunque creo que no nos dejarían subir.
Río, mostrando una dentadura de color rosa, gracias al algodón de azúcar.
-Ven- me tomo de la mano.
Estaba tomada de su mano nuevamente, caminábamos entre toda esa multitud, pasado al lado de, señoras, niños, padres con sus hijos y otras parejas… ¿éramos pareja?, no, no lo éramos, pero al parecer actuábamos como una, caminando por ahí de la mano, compartiendo sonrisas, como ocultando un secreto, un secreto que ni yo sabia, no quería soltarlo, quería estar tomada de su mano más tiempo, quería que ese camino, a quien sabe donde, fuera eterno.
-Aquí estamos- nos detuvimos frente a una rueda de la fortuna.
-Emm- me quede sin palabras, estábamos en el paraíso de las montañas rusas y él quería subir a una ñoña rueda de la fortuna.
Para subir a esta, estaban formadas parejas, solamente parejas, y algunos niños de no mas de 8 años, con sus padres, claro sólo a ellos les emociona subir, en cuanto a las parejas, no iban a admirar el paisaje como aquellos inocentes niños, ellos iban a hacer algunos ejercicios bucales.
La fila era fluida, claro, que una rueda de la fortuna era algo ignorada en un parque con varias montañas rusas.
Por fin fue nuestro turno de subir, atravesamos una pequeña reja abierta y entramos en una especie de cubículo, que por fuera estaba pintado de color verde, mientras que por dentro, era gris, con ventanas enormes, para poder ver todo lo que nos ofrecía desde las alturas. Él se sentó y yo me senté frente a él.
La puerta de aquel cubículo se cerro, aquella rueda comenzaba a girar y nuestro cubículo comenzaba a elevarse.
A pesar de que estábamos guardando silencio y aquella subida, era tediosa, sosa y nada emocionante, estaba disfrutando estar ahí, sólo por el simple hecho de estar con él.
Cuando por fin llegamos a lo más alto, Mateo se levanto y se puso frente a una de las dos ventanas, me volteo a ver y con un ademan me indico que me levantara. Lo hice y me puse a un lado de él.
-¿No es increíble esta vista?
Me quede callada.
En efecto aquella, vista era increíble, podía notar una pequeña parte de la ciudad, aunque no toda, para poder observar esa enorme ciudad desde una rueda de la fortuna tendría que ser una muy grande, pero las calles, la gente, todo se veía desde aquí.
Despegue mi vista de aquel cristal, sólo para verlo a él maravillado con aquella vista, él me miro, el cabello aun húmedo le caía en la frente, que lindo se veía, quería capturar esa imagen de él. Me dedico un sonrisa y yo hice lo mismo, por inercia o por alguna fuerza mas allá de mi comprensión, nuestras cara se acercaron, poco a poco, hasta fundirnos en un beso, en un profundo beso.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Capítulo LXXX

-Que bueno que no comí nada antes de subir.
-Hubieras terminado como la pobre Ray- agrego Mateo. –¿Ahora que quieres hacer?
-Vamos a ese- señale un juego.
Una especie de montaña rusa, que al bajar creaba una ola, terminaríamos empapados.
-¿En serio?, no se ve muy… seco.
-Vamos será divertido.
Lo tome del brazo y lo lleve casi arrastrando hacia aquel juego, por suerte estaba casi vacío, la fila no era tan larga.
Una amable señorita, guardo nuestras cosas en un casillero, para evitar que se mojaran.
La chica, no muy alta y tampoco muy guapa, con un aparato dental, le guiñaba el ojo a Mateo y le sonreía, mostrando una sonrisa muy metálica, mi reacción sólo fue tomarle de la mano.
¿Qué le pasaba a estas empleadas?... eso sonó feo, pero igual, ¿por qué todas le coquetean a Mateo?, peor aun ¿por qué me importa?
Eso sólo dejaba mas en claro que me gustaba, que ese chico de cabello alborotado y perforación en la oreja izquierda, me tenia loca. Lo peor de todo es que aun quedaba Danniel… no, él esta con Tatiana.
Recordar eso, sólo hizo que apretara más fuerte la mano de Mateo.
-Oye, ¿Pasa algo?- pregunto el chico –o sólo quieres romperme la mano porque sí.
-Disculpa, es que me ponen nerviosa los juegos- mentí.
Obviamente no, no hay nada que disfrute más que las montañas rusas, sobre todo si tienen agua.
-No estés nerviosa- y me dio un beso en la mejilla.
Subimos al juego, las barras metálicas de seguridad bajaron, para así asegurarnos, de alguna lesión o una muerte segura.
La maquina comenzó a avanzar, empezaba con un inicio, lento, cada parte, cada curva de aquella montaña rusa, aumentaba su velocidad, yo tenia las manos levantadas, y ambos gritábamos de la emoción.
La maquina se detuvo, frente  nosotros, estaba una enorme pendiente, la cual terminaba, en nada más y nada menos que muchos litros de agua.
-¿Estas lista?- pregunto Mateo. –Porque yo…- no pudo terminar, pues el carrito comenzó a descender a toda velocidad, en cambio soltó un gran grito.
Finalmente caímos, mojándonos, llenándonos de agua, no había parte de mi cuerpo que no estuviera húmeda.
Bajamos del juego y fuimos por nuestras cosas.
-Muero de frio- comencé a tiritar.
-Dímelo a mi.
Lo mire, el cabello le caía sobre los ojos, me causa ternura y ganas de abrazarlo al mismo tiempo.
-Mira- señalo un puesto.
-¿Qué?- pose mi mirada en aquel puesto. –¿Peluches?
-No lo que esta al lado.
Lo note, camisetas, era un puesto de regalos, las camisetas presentaban estampados con el logo de varios superhéroes.
Nos acercamos y estaba un joven. ¡Al fin!, alguien que no le coquetearía a Mateo. El chico era algo alto, no tenia mucho chiste, delgaducho, unos lentes gruesos y el cabello parado.
-Hola- saludo Mateo al encargado de aquel puestecito.
-Hola, ¿en qué puedo ayudarte?- pregunto aquel amable joven.
-Claro, necesito dos camisetas.
El chico guardo las dos prendas en una bolsa de plástico con el logotipo del parque de diversiones, Mateo le extendió dos billetes, al parecer le dio el cambio exacto.
Saco una de las camisetas de la bolsa, dejo caer la otra, que aun se encontraba dentro de la bolsa, y en un abrir y cerrar de ojos, se quito la playera que llevaba puesta, mostrando un abdomen plano, no estaba definido, era mas bien delgado, pero vaya que se veía bien. Divise mi mirada en aquel vendedor, que no podía apartar la mirada del cuerpo de Mateo… ¿Qué pasa con esta gente?, ¿por qué hasta los hombres se fijan en Mateo. Se puso la camiseta que acababa de comprar, tenia la otra en la mano izquierda y con la derecha me extendió la otra camiseta, aun en la bolsa.
-¿No te vas a cambiar?

-Claro, en frente de todos- tome la bolsa y me dirigí al baño más cercano, pero antes de alejarme añadí: –por cierto creo que tienes otro admirador- y le señale al chico del puesto, este le guiño un ojo y yo no pude evitar reírme.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Capítulo LXXIX

A pesar de ser vacaciones, el transito era muy fluido, a este paso, llegaríamos muy rápido a… a dónde fuera que estuviéramos yendo.
-¿Adónde vamos?- pregunte.
-A ser felices.
-¿Eh?...- demonios, creí que no era uno de esos galanes baratos de internet.
-Sí, vamos camino a la felicidad- sonrió –vamos al parque de diversiones.
Wow, un parque de diversiones, vaya que sería un buen día, sin pensar que unos días antes, creía que iba a vender mis órganos y ahora me llevaba a un parque de diversiones.
Guardamos silencio, no había mucho de que conversar, apenas nos conocíamos, no sabia de que hablar, era lo que sabía de él.
El transito no era mucho, no nos costo llegar al parque, la imagen del parque, se alzaba ante nosotros.
-Bien, aquí estamos.
Al estacionarse, se apresuro a bajar del auto y se dirigió a abrirme la puerta.
-Gracias, eres todo un caballero- sonreí.
Él me extendió la mano y me ayudo a bajar, no me soltó de la mano, causando una extraña vibración, se me enchinaba la piel y apretaba su mano con un poco más de fuerza.
Nos acercamos a la fila, para comprar boletos, había demasiada gente.
¡Demonios! ¿Qué no todos salen de vacaciones? ¿por qué tienen que venir al parque de diversiones?
A pesar de la muchedumbre, la fila avanzaba rápido, Mateo y yo, hablábamos, de cosas sin importancia, pero yo quería conocerlo más, saber más de él, tal vez sólo así, podría saber quien me gusta más, Danniel o él.
Sin darme cuenta, ya estábamos al frente de la fila, frente a la taquilla, la chica que nos atendía, tenía un poco de acné y el cabello negro atrapado en una cola de caballo, no pude evitar sentir celos, sonreía como coqueteando, yo apreté más fuerte, cosa que pareció notar, debido a que me miró divertido.
Seguimos directo y entramos al parque.
-¿Por qué apretabas mi mano tan fuerte?
-Nada mas.
-¿Estabas celosa?
-No.
-Okay.
-Okay.
Lo solté de la mano, me lleve ambas manos a los bolsillos y seguimos caminando, sin rumbo, sin ver nada más que gente divirtiéndose.
-¿Crees que esta gente se este divirtiendo realmente?- rompió el corto silencio que habíamos creado.
-Estamos en un parque de diversiones ¿por qué no habrían de divertirse?
-No sé- respondió –simplemente, ¿Cómo sabemos que se divierten?, mira al chico de allá- señalo a un chico alto con lentes –tiene una sonrisa en el rostro, pero ¿Es feliz?- cuestiono nuevamente –que tal si por dentro esta sufriendo, no sabemos si es victima de bullying, sus papás le pegan o esta en la friend zone.
Ante ese ultimo comentario, no pude evitar soltar una especie de carcajada débil.
-¿La friend zone? ¿en serio?
-¡Es un problema serio!- guardo silencio de nuevo. –Creo- continuo –que por eso debemos disfrutar los pequeños momentos, los momentos de felicidad, esos que nos llenan, porque no sabemos cuanto duraran, sólo nos queda aprovecharlos.
Me había impresionado, no sólo era bonito era inteligente, dos cosas, que definitivamente me gustaban. No podía articular palabras.
-Entonces ¿a qué juego nos subimos primero?
-A las tazas giratorias- sugerí.
-Calmada Molly Gunn- respondió.
Por Dios, conoce “Uptown girls”, mi película favorita.
-¿Cómo?, ¿conoces “Uptown girls”?
-No…- hizo un ademan –no le digas a nadie, pero mi gemelo malvado Matias, lloro con esa película.
-Ok…- no sabia si alejarme o reírme, así que opte por la segunda.

Lo tome del brazo y me lo lleve corriendo, directo a revivir una escena de mi película favorita.

Datos personales

Mi foto
En una esquina del cielo, es una novela romántica, que habla sobre Lola, una chica de 14 años, enamorada de Danniel, un joven mayor, ¿sera acaso su verdadero amor?