sábado, 20 de septiembre de 2014

Capítulo LXXX

-Que bueno que no comí nada antes de subir.
-Hubieras terminado como la pobre Ray- agrego Mateo. –¿Ahora que quieres hacer?
-Vamos a ese- señale un juego.
Una especie de montaña rusa, que al bajar creaba una ola, terminaríamos empapados.
-¿En serio?, no se ve muy… seco.
-Vamos será divertido.
Lo tome del brazo y lo lleve casi arrastrando hacia aquel juego, por suerte estaba casi vacío, la fila no era tan larga.
Una amable señorita, guardo nuestras cosas en un casillero, para evitar que se mojaran.
La chica, no muy alta y tampoco muy guapa, con un aparato dental, le guiñaba el ojo a Mateo y le sonreía, mostrando una sonrisa muy metálica, mi reacción sólo fue tomarle de la mano.
¿Qué le pasaba a estas empleadas?... eso sonó feo, pero igual, ¿por qué todas le coquetean a Mateo?, peor aun ¿por qué me importa?
Eso sólo dejaba mas en claro que me gustaba, que ese chico de cabello alborotado y perforación en la oreja izquierda, me tenia loca. Lo peor de todo es que aun quedaba Danniel… no, él esta con Tatiana.
Recordar eso, sólo hizo que apretara más fuerte la mano de Mateo.
-Oye, ¿Pasa algo?- pregunto el chico –o sólo quieres romperme la mano porque sí.
-Disculpa, es que me ponen nerviosa los juegos- mentí.
Obviamente no, no hay nada que disfrute más que las montañas rusas, sobre todo si tienen agua.
-No estés nerviosa- y me dio un beso en la mejilla.
Subimos al juego, las barras metálicas de seguridad bajaron, para así asegurarnos, de alguna lesión o una muerte segura.
La maquina comenzó a avanzar, empezaba con un inicio, lento, cada parte, cada curva de aquella montaña rusa, aumentaba su velocidad, yo tenia las manos levantadas, y ambos gritábamos de la emoción.
La maquina se detuvo, frente  nosotros, estaba una enorme pendiente, la cual terminaba, en nada más y nada menos que muchos litros de agua.
-¿Estas lista?- pregunto Mateo. –Porque yo…- no pudo terminar, pues el carrito comenzó a descender a toda velocidad, en cambio soltó un gran grito.
Finalmente caímos, mojándonos, llenándonos de agua, no había parte de mi cuerpo que no estuviera húmeda.
Bajamos del juego y fuimos por nuestras cosas.
-Muero de frio- comencé a tiritar.
-Dímelo a mi.
Lo mire, el cabello le caía sobre los ojos, me causa ternura y ganas de abrazarlo al mismo tiempo.
-Mira- señalo un puesto.
-¿Qué?- pose mi mirada en aquel puesto. –¿Peluches?
-No lo que esta al lado.
Lo note, camisetas, era un puesto de regalos, las camisetas presentaban estampados con el logo de varios superhéroes.
Nos acercamos y estaba un joven. ¡Al fin!, alguien que no le coquetearía a Mateo. El chico era algo alto, no tenia mucho chiste, delgaducho, unos lentes gruesos y el cabello parado.
-Hola- saludo Mateo al encargado de aquel puestecito.
-Hola, ¿en qué puedo ayudarte?- pregunto aquel amable joven.
-Claro, necesito dos camisetas.
El chico guardo las dos prendas en una bolsa de plástico con el logotipo del parque de diversiones, Mateo le extendió dos billetes, al parecer le dio el cambio exacto.
Saco una de las camisetas de la bolsa, dejo caer la otra, que aun se encontraba dentro de la bolsa, y en un abrir y cerrar de ojos, se quito la playera que llevaba puesta, mostrando un abdomen plano, no estaba definido, era mas bien delgado, pero vaya que se veía bien. Divise mi mirada en aquel vendedor, que no podía apartar la mirada del cuerpo de Mateo… ¿Qué pasa con esta gente?, ¿por qué hasta los hombres se fijan en Mateo. Se puso la camiseta que acababa de comprar, tenia la otra en la mano izquierda y con la derecha me extendió la otra camiseta, aun en la bolsa.
-¿No te vas a cambiar?

-Claro, en frente de todos- tome la bolsa y me dirigí al baño más cercano, pero antes de alejarme añadí: –por cierto creo que tienes otro admirador- y le señale al chico del puesto, este le guiño un ojo y yo no pude evitar reírme.

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En una esquina del cielo, es una novela romántica, que habla sobre Lola, una chica de 14 años, enamorada de Danniel, un joven mayor, ¿sera acaso su verdadero amor?