sábado, 25 de julio de 2015

Capítulo CXI

CaLa puerta frente a mí estaba cerrada, estaba como pegada al suelo, era tan surrealista, mis padres hablando con… mi novio.
-¡Cristo redentor!- grite, cuando me di cuenta de la situación. Me apresure a abrir la puerta –tú quédate aquí- le indiqué a mi hermana, mientras cruzaba la puerta, está se cerró con un fuerte golpe, no me importó y baje corriendo las escaleras.
Entré a la cocina y los vi a los tres reunidos, sentados alrededor de la mesa que usamos para desayunar, parecían cordiales, más bien incomodos. Los tres se me quedaron viendo, pero fue mi padre quien se aventuró a hablar:
-¿Qué haces aquí Lola?- preguntó con un tono sereno que a la vez era severo.
-¿De qué están hablando?
Mi madre se levanto y me tomó por el brazo.
-Vamos Lola, déjanos hablar por favor.
-¡No!- respingué y me zafé del brazo de mi mamá.
-¡Lola!- mi madre sonó alarmada.
-No pueden decidir mi noviazgo, no pueden decidir en mi vida- sólo esperaba seguir con vida para el día siguiente.
-Señores- Danniel se levantó de su silla y dijo con toda la tranquilidad del mundo: –estoy de acuerdo con Lola, creo que ninguno de los tres podemos decidir sobre lo que quiere o es mejor para ella.
Mi padre parecía querer evaporar a Danniel con la mirada.
-Tú eres un…
-¡Ya!- interrumpí –tiene razón, sé que no lo quieren escuchar, pero tiene razón, sólo yo puedo elegir que es lo que quiero para mí y tendré que aceptar las consecuencias de lo que elija.
La cocina había quedado en silencio, los tres se miraban los unos a los otros, como si hubiera revelado el secreto más grande la humanidad. El silencio se volvía sofocante, era la primera vez que un silencio de Danniel me resultaba incomodo.
-¿Y bien?- pregunté, en ese momento sólo deseaba que todo volviera a ser como era antes.
Mi padre que seguía sentado, había dejado de tener expresión furiosa, su cara seguía manifestando seriedad, pero al parecer su enojo se había ido… eso o disimulaba muy bien.
-Lola… no sé que decir.
-Que aceptas mis decisiones sería un buen comienzo- dije de una forma bastante cínica –creo que soy lo suficientemente mayor.
Él solamente se quito los lentes y se froto un poco los ojos, ya no parecía enojado, parecía mas bien desarmado, como si le hubiera arrebatado su autoridad.
Me senté en frente de él, tomé su mano que estaba extendida, el me apretó con fuerza, no lastimaba, de alguna forma era reconfortante.
-Sabes- dije con una sonrisa, una sonrisa débil era para contener las lagrimas –una vez, una persona muy sabia, me dijo que tenía miedo, miedo de que creciera- sonreí y vi a mi mamá, ella nos veía con ternura, recordaba quién era esa persona sabia –pero es normal, tengo que crecer- Sofía entró a la cocina, parecía no entender nada como siempre, la mire y sonreí –tenemos que crecer, ¿pero sabes qué?, siempre seremos sus niñas, además todavía necesito de ustedes y creo que siempre va a ser así.
Mi papá, sonrió un poco y dijo:
-¿Cómo lo logras?- preguntó mientras soltaba mi mano.
-¿Qué?
-Hablar como una adulta y comportarte como una niña.
-Gracias- no sabía si era un halago o un sutil insulto –…creo.
Mi padre se levantó de la mesa, me miro con un gesto pasible, luego dirigió su mirada a Danniel, este se había ido a una esquina, como un perrito después de haber sido regañado. Mi papá, que ahora se veía más relajado, se acerco al chico de ojos azules y le puso una mano en el hombro derecho.
-Y tú muchacho- le dijo a Danniel con tono calmado y de advertencia a la vez –si no quieres tener un moretón en la otra mejilla será mejor que la cuides.
-Espera, eso significa que…
-Que tienen permiso para estar juntos.
Solté un grito de alegría y abracé a mi papá.
-Gracias- dije de la forma más sincera y le di un beso a mi padre en la mejilla.
-Pero, hay una condición, varias de hecho.
-¿Cuáles?
-En primer lugar- dijo con firmeza –habrá un toque de queda.
-Muy bien, me parece justo- le dirigí una sonrisa al chico rubio que aún se encontraba en la esquina.
-Además- al parecer era en serio eso de las demás condiciones –si quieres venir a ver a mi hija, estarán en la sala, todo el tiempo- el chico de ojos azules parecía estar esperando ser atacado en cualquier momento.
-Y en caso de que no- dijo mi madre –la puerta de su habitación siempre va a estar abierta- mi mamá con su mente más abierta, parecía la única preocupada por mi privacidad.
Con una sonrisa piadosa, mi mamá me miró y me guiño un ojo; mi padre por otro laso se había convertido en piedra al escuchar aquellas palabras de la mujer que se había convertido en mi cómplice, parecía a punto de soltar algo, pero sólo se limitó a morderse el labio.
-Gracias- dije con la sonrisa más grande y sincera del mundo –gracias a los dos- me acerque a Danniel y como en una película cursi, lo tomé de las manos y le sonreí, el chico que parecía más relajado también sonrió –ya quiero ir a esquina del cielo a contarle a Vale y a Demian.
-¿Ir adónde?- preguntó mi papá, cruzando los brazos, ahora sonaba serio y relajado a la vez –usted sigue castigada señorita.
-Pero dijiste que tenía permiso para…
-Sí- interrumpió –pero eso no cambia lo que hiciste.
-A veces se gana, a veces se pierde- fue lo primero que dijo Danniel, desde mi interrupción. –Bueno creo que ya no tengo nada que hacer aquí, señores de verdad, muchas gracias por su confianza, prometo no defraudarlos.
-Lucero y Rodrigo- contestó mi madre.
-¿Disculpe?
-Son nuestros nombres- dijo con calma –puedes llamarnos así.
-Claro, seño… Lucero.
-Muy bien, por cierto antes de que te vayas, a mi esposo y a mí nos gustaría que vinieras a cenar mañana.
-¿Nos?- preguntó mi padre que aún no lograba asimilar lo que había sucedido.
-Sí, NOS gustaría.
-Por supuesto- sonrió el muchacho –claro, si no hay algún problema.
-Pero claro que no- mi mamá parecía encantada con Danniel, un cambio muy repentino –¿Verdad mi amor?- preguntó a mi padre, que había retomado su asiento.
-Para nada- intento sonreír, pero parecía más bien una mueca, Danniel parecía no notarlo.
Tomé a Danniel del brazo y le dije:
-Te acompaño a la puerta.
-Bueno, gracias por todo y con permiso- se acerco a mis padres para despedirse y ambos salimos de la cocina.
Caminamos del brazo hasta el zaguán y después de asegurarme de que no nos habían seguido, le di un rápido pico en los labios.
-Que educado.
-Una de mis múltiples cualidades.
-Y modesto.
El chico se alejo un poco de mí y se acerco más a la salida.
-Supongo que no vemos mañana.
-Eso creo.
-Hasta mañana Lola.
-Hasta mañana Danniel.
Salió del lugar y me quede observando como sonreía hasta llegar a su auto y arrancar, una mano me tocó el hombro derecho por detrás, volteé y era mi mamá.
-Que muchacho tan agradable- dijo.

-Ni te lo imaginas- dije, mientras observaba como el chico de los ojos azules se alejaba.

sábado, 18 de julio de 2015

Capítulo CX

-Dicen que los sueños son un reflejo de nuestros deseos más ocultos.
-¿Estás diciendo que deseo ser violada por el vecino?- la cuestioné mientras picaba cebolla.
-No- dijo seria, mientras vertía pasta en agua hirviendo –lo que digo es que quizá todavía te gusta.
-¿Eres chef o psicóloga?
-Soy tu madre.
-Deberías abrir un consultorio, tu eslogan sería “consulta y comida al dos por uno”- contesté como si la hubiera ignorado –serías un hit.
La puerta de la cocina se abrió, mi padre entró y se acerco a mi madre, ella estaba ocupada con la pasta, mi papá la tomó y le dio un beso.
-Hola Lola- dijo mi padre y se acerco a darme un beso en la mejilla. Desde el castigo habíamos estado evitándonos uno al otro.
-Hola pá- dije mientras comenzaba a picar un jitomate.
No lo vi, me concentré en la fruta, no quería verlo, estaba tan enfocada en picar que sentía como si el cuchillo fuera parte de mi brazo, aunque estaba ocupada en mi asunto, no podía evitar escuchar los susurros de mis padres.
-¿Cómo ha estado?- preguntó mi padre en voz baja, pero no lo suficiente para que no lo escuchara, era como si no quisieran que escuchara su conversación.
-Parece reclusa- susurro mi mamá –se ha ofrecido a ayudarme todo el día.
Y eso fue lo último que pude escuchar, mi mamá puso música y deje de escuchar su conversación, terminé con los tomates y deje los utensilios de cocina para limpiarme las manos en el delantal que llevaba puesto e inmediatamente me lo quité.
-Terminé- dije, dejando el delantal en la barra, justo al lado del estéreo. –Me voy a mi habitación.
Abrí la puerta de la cocina, cuando escuché una voz, pero no cualquier voz, era Danniel hablando a través de un micrófono:
-Uno, dos, tres, probando, probando- era lo que decía el chico a través del micrófono.
Salí rápidamente de la casa, esperando saber las respuestas de semejante escena. Afuera estaba el chico de cabellos dorados con un megáfono, acompañándolo había un grupo de gente que sostenía pancartas, la mayoría desconocidos, seguro amigos de él, había poca gente que reconocía entre ellos Tatiana y el chico del restaurante en el tren y por supuesto Demian y Valeria que iban acompañados por Sebastián.
Me acerque al zaguán y Danniel hizo lo mismo.
-¿Qué haces?- pregunté esbozando una sonrisa.
-Exigiendo la liberación de mi novia.
Me dio un suave beso a través de los barrotes.
-Eres un suicida- dije –no creo que a mi papá le guste esto.
-Las cosas que haces por amor- el chico sonrió.
La puerta que estaba sólo a unos metros de distancia se abrió.
-Pero…- voltee, la expresión en el rostro de mi padre era indescriptible, mi madre estaba igual, Sofía salió de la casa también, parecía no saber que pasaba y se aferro al vestido de mi mamá –¿¡Qué demonios esta pasando!?- gritó mi padre furioso, mientras se acercaba. –¿Qué es este alboroto?- preguntó con el mismo tono de furia, llego a mi lado y miro al chico como si fuera a asesinarlo –¡Lola, a la casa!- exigió.
Seguí sus ordenes, aterrada me fui a la entrada de la casa, justo al lado de mi madre, Danniel también se alejo y se dirigió a una camioneta, estaba abierta por detrás parecía transportar un equipo de sonido.
Las bocinas comenzaron a retumbar, de ellas comenzó a sonar “The man who can’t be moved” de The script.
El chico rubio que parecía no apreciar su vida, tomó su megáfono y comenzó a exclamar su discurso:
 -Exigimos la liberación de Lola Ferro del Valle, que se encuentra encarcelada de forma injusta a causa de un malentendido.
Los vecinos y la gente alrededor se empezaron a juntar, todos preguntándose el porqué del alboroto, en lo que podría ser la muestra de amor más linda –o más vergonzosa, según el punto de vista- de amor de todo el tiempo.
Era sorprendente ver lo influyente que era Danniel, al reunir a tantas personas, amigos suyos, conocidos e incluso amigos míos. No sabía si reír o llorar, así que sólo me quede callada.
-Ese chico no aprecia lo suficiente su vida- soltó mi madre, que estaba igual o más anonadada que yo.
-Lo mismo pensé- dije.
Mi papá sólo miraba con furia aferrado a los barrotes, tal vez si seguía así los derretiría, dio media y vuelta y con voz rabiosa grito:
-Lola, ¿no me estas escuchando?- me cuestionó con furia, sus mejillas se ponían rojas, no sabía si era vergüenza o furia lo que irradiaban –Lucero, ¿no harás nada?
Mi mamá seguía en el trance inducido por tremenda multitud, al escuchar la voz de mi padre regreso en sí, apretó los puños y dijo:
-Sí, voy a hacer algo- soltó a Sofía y fue al zaguán, justo al lado de mi padre, se vieron a los ojos y mi mamá salió de la casa.
-Voy a apoyar a mi hija- fue lo que dijo mi madre y tomó la pancarta que sostenía Danniel. Todos a su alrededor se emocionaron, como si de una súper heroína se tratase.
Sólo esperaba que eso no terminará en una pelea entre mis papás, no quería que mi relación fuera la causa de un divorcio, menos el de mis padres.
Mi padre salió de la casa, a diferencia de lo que creí no fue con mi mamá, fue a hablar con Danniel.
Su charla parecía eso, una charla, aunque podía notar la incomodidad de mi padre, tenía los puños apretados y parecía que estaba listo para lanzar un rayo laser por los ojos, tal vez  a Danniel le gustaba tener los ojos morados. De repente mi padre se desplazaba entre la multitud de gente acompañado de Danniel, el silencio y las miradas curiosas era lo que dominaba el ambiente, el dúo que formaban mi padre y mi novio, se convirtió en trio cuando mi mamá los siguió, cuando llegaron a la entrada se habían convertido en un grupo, pues Valeria, Sebastián y Demian los habían seguido; como por instinto tomé a Sofía de la mano y entramos a la casa, mis padres y su sequito los seguían a paso presuroso.
-Ustedes no- dijo mi padre, con tono severo a mis amigos, a quienes cerro la puerta en sus caras.
-¿Qué pasa?- pregunté.
-A tu cuarto- fue lo único que escuché decir a mi padre.
-Pero…
-A tu cuarto- dijo mi papá, que no me dejo terminar.

-Vamos Lola- mi mamá me tomó del brazo y comenzó a arrastrarme hasta mi habitación –será mejor que nos dejen discutir esto a nosotros solos- seguido de esto, cerró la puerta de la habitación, Sofía y yo nos miramos extrañadas, tal vez la pequeña de siete años no entendía nada, pero en mi cabeza sólo rebotaba la pregunta: ¿Ahora qué?

sábado, 11 de julio de 2015

Capítulo CIX

Madrugar no era lo mío, menos si no había dormido nada, eran las siete y media de la mañana de un martes, haber visto a Mateo me había alterado.
“Pronto cambiarás de idea”, eran las palabras que retumbaban en mi cabeza, palabras que me habían mantenido despierta toda la noche y que cada vez que aparecían en mi mente me erizaban la piel.
Me revolví entre las sabanas, no quería salir de la cama, la todavía lluvia golpeaba la ventana, por ratos fuerte, por ratos débil.
Estiré mi mano hasta tomar a Juana, la elefanta de peluche se sentía suave al tacto, la aferre contra mi pecho y adopté una posición fetal.
-Me siento como prisionera- le dije al falso animal.
Me quede un rato en la misma posición, esperando a que el sueño llegará a mí. Fue en vano, no podía dormir,  resignada me senté en la cama y solté un suspiro, di un salto fuera de la cama, mis pies pronto sintieron el frío del piso de madera, me acerqué al tocador y noté la ojeras que invadían mi rostro.
Estaba fatal.
Salí de la habitación a paso errático, casi arrastrando los pies, la mañana era gris, como era común en verano, nada como en esas falsas películas veraniegas de adolescentes, donde el sol brillaba todo el tiempo y no existen los problemas.
Baje las escalera, como meditando cada paso, la tranquilidad de la casa me desconcertaba, para la hora que era mi mamá y Sofía ya deberían estar despiertas, incluso mi papá tenía que estar listo para ir a trabajar.
-¿Mamá?- pregunté. No hubo respuesta alguna. –¿Papá?- recorrí la oscura sala, no había nadie. –¿Sofía?
El control de la televisión estaba en la mesa, lo tomé y encendí la tele, sólo estática, comencé a hacer zapping, nada, parecía que el cable estaba desconectado.
Deje el control en su lugar y deje a la televisión haciendo ruido, me acerqué a la cocina a paso sigiloso, un escalofrió recorrió mi cuerpo desde la espina dorsal, por alguna razón esperaba encontrar a un loco con un hacha y mascara de hockey.
Tome la perilla de la puerta y la giré lentamente, la puerta rechino un poco y me asomé un poco, no había nadie, sólo una cafetera que estaba preparando café, el olor me invitaba a seguirlo. Tomé una de las tazas que estaban al lado y me serví un poco de aquel liquido oscuro, di un pequeño sorbo y me quede parada un rato.
-¿Te gusta?- dijo una voz detrás de mí.
Aquella persona me tomo por sorpresa y solté la taza, dejándola caer al suelo rompiéndose en cientos de pedacitos y derramando el café por todo el suelo.
-No te asustes- me di la vuelta y me di cuenta de que la persona era Mateo. –¿Te asusté?- parecía divertido con su pregunta.
-¿Qué haces aquí?- pregunté exaltada –¿Cómo entraste?
-Por la puerta- una sonrisa de cinismo pintaba su rostro, por alguna razón esa sonrisa me asustaba y me gustaba.
-¿Y mis papás?
-¿Crees que les hice algo?
-No lo creía, hasta que lo sugeriste.
El chico empezó a reír era como si hubiera contado el chiste más gracioso del mundo.
Me aleje de él y salí corriendo de la cocina, no sabía que pasaba, era como si toda la fuerza que me faltaba, estuviera de nuevo en mi cuerpo, subí las escaleras y entre a mi habitación, sólo para darme cuenta de que Mateo estaba sentado en mi cama perfectamente tendida.
-Pero…- estaba abrumada, no entendía nada –¿Cómo llegaste aquí?
-Eres algo lenta.
Di la vuelta para tratar de escapar, pero fue inútil, la puerta estaba cerrada.
-¿Vas a algún lado?- me susurro al oído, su cercanía me resultaba incomoda; no pude notar como había podido llegar tan rápido.
-¿Qué quieres?- pregunté, estaba aterrada.
-Un beso.
El chico me empujo contra la puerta y aprisiono su cuerpo contra el mío, al mismo tiempo que lo hacia con sus labios.
-¡No!- me senté de un salto, mi frente estaba empapada de sudor –un sueño- dije en voz baja –sólo fue un sueño.
Me volteé y mire al atrapa sueños en mi cabecera, se supone que debería impedir esta clase de sueños.
-Lola- dijo mi madre al otro lado puerta, su tono sonaba de preocupación –¿estás bien?
Me levanté de la cama, arrastrando los pies, casi como en el horrible sueño que me había acechado.
Tome la perilla y la gire con desdén, al otro lado de la puerta estaba mi mamá.
-¿Todo bien?- preguntó.
Me arroje hacía ella y la atrape en mis brazos, me acomode y solté un pequeño suspiro.

-Ahora lo esta.

Datos personales

Mi foto
En una esquina del cielo, es una novela romántica, que habla sobre Lola, una chica de 14 años, enamorada de Danniel, un joven mayor, ¿sera acaso su verdadero amor?