sábado, 11 de julio de 2015

Capítulo CIX

Madrugar no era lo mío, menos si no había dormido nada, eran las siete y media de la mañana de un martes, haber visto a Mateo me había alterado.
“Pronto cambiarás de idea”, eran las palabras que retumbaban en mi cabeza, palabras que me habían mantenido despierta toda la noche y que cada vez que aparecían en mi mente me erizaban la piel.
Me revolví entre las sabanas, no quería salir de la cama, la todavía lluvia golpeaba la ventana, por ratos fuerte, por ratos débil.
Estiré mi mano hasta tomar a Juana, la elefanta de peluche se sentía suave al tacto, la aferre contra mi pecho y adopté una posición fetal.
-Me siento como prisionera- le dije al falso animal.
Me quede un rato en la misma posición, esperando a que el sueño llegará a mí. Fue en vano, no podía dormir,  resignada me senté en la cama y solté un suspiro, di un salto fuera de la cama, mis pies pronto sintieron el frío del piso de madera, me acerqué al tocador y noté la ojeras que invadían mi rostro.
Estaba fatal.
Salí de la habitación a paso errático, casi arrastrando los pies, la mañana era gris, como era común en verano, nada como en esas falsas películas veraniegas de adolescentes, donde el sol brillaba todo el tiempo y no existen los problemas.
Baje las escalera, como meditando cada paso, la tranquilidad de la casa me desconcertaba, para la hora que era mi mamá y Sofía ya deberían estar despiertas, incluso mi papá tenía que estar listo para ir a trabajar.
-¿Mamá?- pregunté. No hubo respuesta alguna. –¿Papá?- recorrí la oscura sala, no había nadie. –¿Sofía?
El control de la televisión estaba en la mesa, lo tomé y encendí la tele, sólo estática, comencé a hacer zapping, nada, parecía que el cable estaba desconectado.
Deje el control en su lugar y deje a la televisión haciendo ruido, me acerqué a la cocina a paso sigiloso, un escalofrió recorrió mi cuerpo desde la espina dorsal, por alguna razón esperaba encontrar a un loco con un hacha y mascara de hockey.
Tome la perilla de la puerta y la giré lentamente, la puerta rechino un poco y me asomé un poco, no había nadie, sólo una cafetera que estaba preparando café, el olor me invitaba a seguirlo. Tomé una de las tazas que estaban al lado y me serví un poco de aquel liquido oscuro, di un pequeño sorbo y me quede parada un rato.
-¿Te gusta?- dijo una voz detrás de mí.
Aquella persona me tomo por sorpresa y solté la taza, dejándola caer al suelo rompiéndose en cientos de pedacitos y derramando el café por todo el suelo.
-No te asustes- me di la vuelta y me di cuenta de que la persona era Mateo. –¿Te asusté?- parecía divertido con su pregunta.
-¿Qué haces aquí?- pregunté exaltada –¿Cómo entraste?
-Por la puerta- una sonrisa de cinismo pintaba su rostro, por alguna razón esa sonrisa me asustaba y me gustaba.
-¿Y mis papás?
-¿Crees que les hice algo?
-No lo creía, hasta que lo sugeriste.
El chico empezó a reír era como si hubiera contado el chiste más gracioso del mundo.
Me aleje de él y salí corriendo de la cocina, no sabía que pasaba, era como si toda la fuerza que me faltaba, estuviera de nuevo en mi cuerpo, subí las escaleras y entre a mi habitación, sólo para darme cuenta de que Mateo estaba sentado en mi cama perfectamente tendida.
-Pero…- estaba abrumada, no entendía nada –¿Cómo llegaste aquí?
-Eres algo lenta.
Di la vuelta para tratar de escapar, pero fue inútil, la puerta estaba cerrada.
-¿Vas a algún lado?- me susurro al oído, su cercanía me resultaba incomoda; no pude notar como había podido llegar tan rápido.
-¿Qué quieres?- pregunté, estaba aterrada.
-Un beso.
El chico me empujo contra la puerta y aprisiono su cuerpo contra el mío, al mismo tiempo que lo hacia con sus labios.
-¡No!- me senté de un salto, mi frente estaba empapada de sudor –un sueño- dije en voz baja –sólo fue un sueño.
Me volteé y mire al atrapa sueños en mi cabecera, se supone que debería impedir esta clase de sueños.
-Lola- dijo mi madre al otro lado puerta, su tono sonaba de preocupación –¿estás bien?
Me levanté de la cama, arrastrando los pies, casi como en el horrible sueño que me había acechado.
Tome la perilla y la gire con desdén, al otro lado de la puerta estaba mi mamá.
-¿Todo bien?- preguntó.
Me arroje hacía ella y la atrape en mis brazos, me acomode y solté un pequeño suspiro.

-Ahora lo esta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
En una esquina del cielo, es una novela romántica, que habla sobre Lola, una chica de 14 años, enamorada de Danniel, un joven mayor, ¿sera acaso su verdadero amor?