Estábamos
en el auto, Danniel mantenía la vista fija en la carretera, una leve lluvia
comenzó a caer. Estábamos en silencio, incluso la radio estaba apagada, ninguno
decía nada, nuestro silencio cómodo se había convertido en un silencio
incomodo, este generaba una tensión, que fácilmente podía cortarse con un
cuchillo.
-Danniel,
yo…
Danniel
soltó un bufido e interrumpió:
-Lola-
dijo serio –no quiero el pequeño sucio secreto de alguien.
-No eres
sucio, pequeño tal vez al lado de alguien de 1.80 y secreto, sólo para algunas
personas.
-Lola-
repitió con el mismo tono de seriedad.
-Danniel-
al parecer mi pequeña broma, no había roto el aura de tensión que se había
creado.
-Lola-
repitió como si hubiera olvidado todas las demás palabras de su vocabulario y
mi nombre fuera lo único que recordara. –¿Por qué?- al mismo tiempo que el aura
de tensión aumentaba, mi confusión lo hacia, ¿por qué que?
-¿Qué?
-¿Por qué
tengo que ser tu secreto?
-No es
cosa mía- cerré mis manos y coloque mis puños sobre las piernas –si fuera por
mi lo gritaría a los cuatro vientos.
Él sólo
esbozo una sonrisa, una sonrisilla amarga y detuvo el auto.
-Llegamos-
quito los seguros de las puertas.
Baje del auto,
sin cerrar la puerta, miré fijamente a Danniel, parecía enojado.
-Perdón-
dije con voz débil.
-Nos
vemos después- Danniel cerro la puerta bruscamente y se alejo.
Me quede
ahí, mirando al auto yéndose.
Un rayo
ilumino el cielo, después del estruendo, la lluvia comenzó a descender más
fuerte, yo ni me inmute.
-¡Lola!-
una voz a la distancia, gritaba mi nombre.
Yo me
quede ahí mismo… ¿habíamos terminado?
-Lola- la
voz estaba al lado mío, era familiar –por Dios, te vas a enfermar, vamos, tus
padres deben de estar por llegar.
Demian me
tomo del brazo y lo seguí.
-¿Terminamos?
-¿Qué?-
el chico no tenía idea de lo que estaba hablando.
-Danniel
y yo, ¿terminamos?
Demian se
detuvo y se puso frente a mi, estaba empapado, el agua caía por su frente y sus
lentes estaban totalmente mojados por la lluvia, me preguntaba cómo podía ver.
Tenía su mirada fija en mi, como si estuviera examinándome. De repente, sin
decir nada, abrió los brazos y me atrajo hacia él.
-No lo
sé- dijo con voz tranquilizadora –no lo sé.
-No
quiero que acabe… me gusta.
Demian me
soltó y se separo de mi.
-Lo sé-
soltó un suspiro y me tomo de nuevo por el brazo.
Lo seguí,
buscando un lugar para protegernos de la lluvia. No dijo nada, era como
telepatía, él sabía que no tenía ganas de hablar y no trataba de comenzar una
conversación.
Mis
padres sabían donde buscarnos, ¿qué les habría dicho Valeria para distraerlos?,
no me interesaba mucho, sólo quería estar en mi cama.
-Ay, por
Dios- dijo mi mamá –están hechos una sopa.
-Bueno tú
sabes, lluvia.
-Vamos, suban,
Demian te llevamos a Casa.
-Gracias
señora- contesto el chico empapado.
Ambos
subimos al vehículo, ahí mismo estaba Sofía, llevaba un bonito impermeable
rojo. Una vez en marcha no hubo mucho que decir, Demian y yo no queríamos
hablar y mis padres platicaban, animosamente de temas que no me llamaban la
atención, después de dejar a Demian en casa, no tardamos mucho en llegar a la
nuestra.
-Tomaré
una ducha- dije.
-Te voy a
preparar un té- mi mamá me acaricio el rostro y esbozo una débil sonrisa, como
si supiera algo ¿lo sabría?
Subí a mi
habitación yo tome una toalla, arroje mi bolso con el celular dentro a la cama
y cerré la puerta de golpe.
El agua
comenzó a salir, al mismo tiempo que mis lagrimas, ¿por qué estaba llorando?
¿Danniel?, no quería ser esa clase de chica, esas que sólo viven para buscar
novio, pero no podía evitarlo, Danniel me gustaba, me gustaba mucho.
-Me gusta-
susurré.
Después
de la ducha, me encerré en mi habitación, no quería nada. ¿Había elegido bien?,
¿Danniel era la elección correcta?
Tomé la
laptop y la encendí, en cuanto esta estuvo lista, comenzó a sonar “Limón y sal”
de Julieta Venegas.
No quería
pensar, pero era imposible, la canción me hacia pensar en él, en ellos.
La
extraña atmósfera se rompió, alguien comenzó a tocar la puerta.
-Esta
abierto- grité y me incorpore en la cama.
-¿Cómo
estas?- mi madre entro a la habitación una charola en mano, en ella estaban una
tetera y dos tazas.
-Bien.
Encendió
la luz y se sentó en un borde de la cama.
-No lo
parece- paso su mano por mi rostro y pude notar que estaba preocupada. –¿Día
difícil?
-Vida
difícil- contesté.
Esbozo
una pequeña sonrisa y comenzó a servir el té en una de las tazas. Me la extendió
y la tomé con ambas manos.
-Sabes-
dijo mientras comenzaba servir té en la otra taza –dicen que el té es el
remedio para el alma y el mejor amigo para los corazones rotos.
Di un
sorbo, el té estaba excelente, la sensación de calor me invadió el cuerpo. Pero
no era el calor insoportable de una noche de verano, era más bien una sensación
agradable, como si de verdad el té tuviera un poder mágico para sanar los
corazones rotos.
-No sé si
mi corazón está roto- dije.
-¿Quieres
hablar de eso?
Y así de
pronto, comencé a contarle acerca de todo lo sucedido con Danniel y la “pelea”
que tuvimos, ella sin perder la atención sobre mi, escucho todo.
-Ya veo-
dijo.
-Sí-
contesté mientras jugaba con la taza que tenia entre las manos, que ahora
estaba vacía –tal ve elegí mal y debí haberme quedado con Mateo.
Como si
de una invocación se tratara, mi teléfono comenzó a sonar, era Mateo.
-Hablando
del rey de roma- silencié el teléfono.
-¿No vas
a contestar?
-No-
suspiré –no quiero hacer más complicadas las cosas- hice una pausa y deje la
taza sobre la charola. –Sabes, desde que era pequeña soñaba con enamorarme y
tener un romancé épico, como los que salen en esas películas ochenteras que ves
con mi papá, esas donde siempre hay un musical.
-Ay Lola-
mi mamá alejo la charola y me rodeo con un brazo –eres muy joven aún tienes
mucho por vivir y aprender. Una de las cosas que tienes que aprender es que el
amor no se idealiza, se vive, el amor ya es perfecto, por el puro hecho de ser
amor- hizo una pausa y continuó: -pero debes saber que aunque el amor es
perfecto, las personas no y todos cometemos errores.
Me apretó
más fuerte y se levanto, tomo la charola y se acerco una ultima vez para darme
un beso en la frente.
-Descansa-
me lanzó una sonrisa y salió de la habitación.