La lluvia
golpeaba insistente la ventana, eran poco más de las once y media de la noche y
yo no podía pegar ojo, estaba cansada, pero no podía dormir, encendí la
televisión y me enrede en las cobijas, comencé a hacer zapping, no había nada
en le televisión, sólo realities sobre gente idiota en la playa, noticieros,
infomerciales, pero nada que cautivara mi atención. Cerré los ojos esperando a
que el sueño me invadiera, hasta que un ruido que al parecer se volvía familiar,
el sonido de una roca golpeando mi ventana era cada vez más pertinente.
Salí de
mi nudo de cobijas y corrí las cortinas, abajo al otro lado de la verja,
empapándose por la lluvia estaba Mateo, vestía unos jeans desgastados y no se cubría de la lluvia,
mas que con una sudadera y la capucha de la misma. El chico me vio y con una
seña me pidió que bajara.
Estaba
aturdida, verlo me confundió, ¿estaba soñando?, tomé mi brazo izquierdo y lo
pellizque hasta que las uñas me dejaron marcas. La punzada de dolor me hizo
darme cuenta de que no era un sueño y la única forma de hacer que el chico se
fuera, era bajando a verlo.
Le hice
una seña al chico para que esperara un momento, cerré las cortinas y rebusque
entre mis cosas y saque un impermeable y un paraguas. Me calcé los converse
rojos y salí de mi habitación, nuevamente traté de ser lo más sigilosa posible
hasta llegar a la entrada de la casa, al parecer sí era masoquista, no me
gustaban los problemas que tenía y quería más.
Abrí la
puerta dejando que el aire frío producto de la noche y la lluvia, entrara, abrí
el paraguas aun así dejando que unas cuantas gotas de lluvia me golpearan.
Me
acerque a donde estaba, daba el aspecto de no haber dormido en un tiempo,
emanaba un olor extraño que suponía era marihuana, sus ojos rojos lo delataban.
Se aferraba firmemente a los barrotes del zaguán, como si los estuviera
deteniendo para evitar que cayeran, dejaba ver unos dedos descuidados, como si
se hubiera estado mordiéndose la uñas y las heridas de algunos “padrastros”.
-Hola-
dijo con voz apagada.
-Hola-
contesté de la misma forma –¿Qué haces aquí?
-Vi al
rubio hacer lo mismo en la mañana, pensé que tal vez a mí me funcionaría.
-Pero el
es mi…
-Tu
novio- interrumpió –lo sé, pero mira, a mí también me ha funcionado, debe significar
algo.
-¿Qué
quieres?- dije de forma brusca, mientras veía como una gota de lluvia resbala
sobre su cara sin que el chico de las manos maltratadas se inmutara.
-Verte-
contestó –¿Estás castigada?
-¿Cómo lo
sabes?
-Era una
pregunta, pero gracias por confirmar mi sospecha- una sonrisa triunfante se
dibujo en sus labios. –¿Fue por el rubio?
Solté un
suspiro, ¿tan transparente soy?
-Sí- me
mordí la lengua.
-Que mal.
Guardamos
silencio, ninguno de los dos sabía que decir, por lo menos yo no lo sabía, no
me gustaban los silencios con él, cada vez eran más incomodos.
-Creo que
deberías irte, te estás empapando.
-Un poco
de lluvia no mata a nadie.
-Dile eso
a la bruja del oeste.
Me acerque
un poco más y también puse una mano sobre el barrote, casi tocando las manos
maltratadas del chico empapado.
-Deberías
irte- insistí –es tarde, esta lloviendo… no estás bien- me mordí el labio
después de esa declaración.
-Esta
bien- dijo con su perturbadora calma y voz cansada –con una condición.
-¿Cuál?-
pregunté.
-Que me
des un beso.
-No
puedo, tengo novio.
-¿Y cuál
es el problema?, es un inocente beso.
-No
puedo- repetí.
-¿No
puedes o no quieres?- preguntó con cierta malicia en su voz –porque Lola,
déjame decirte que no son lo mismo.
-No
quiero, no puedo y no debo.
-¿Por qué
no puedes?
-Porque
tengo novio.
-¿Y?
Parecía
que las razones no eran lo suficientemente fuertes, al menos no para él.
-Creo que
sólo estas poniendo pretextos.
-Tómalo
como quieras- solté el barrote y di media vuelta, me estaba poniendo de malas,
aun sabiendo que una parte mía deseaba ese beso, pero la otra sabía que quería
más a Danniel.
Di un
paso hacia enfrente, pero el largo brazo de Mateo tomo mi mano derecha y me
impidió avanzar.
-Suéltame-
le pedí mientras trataba de voltear.
-Lo haré…
en cuanto me des un beso.
-No me
puedes obligar a algo que yo no quiero.
-Tienes
razón, no puedo, pero ¿estás segura de que no quieres?
-Segura.
-Esta
bien- el chico me soltó y me miro con sus ojos de color miel mientras sonreía
descaradamente. –Sé que pronto cambiarás de idea, que tengas una bonita noche
Lola- me guiñó el ojo derecho y se marcho a paso lento.
Me quede
parada viendo el zaguán donde había estado Mateo unos momentos antes, el viento
sopló fuertemente, haciendo que el paraguas se me escapara de la mano, la
lluvia me golpeo y un escalofrío recorrió mi espalda, no sabía si era por el
frío de la lluvia o por las palabras de Mateo.
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