sábado, 23 de mayo de 2015

Capítulo CIII



Mi padre estaba que echaba chispas, salimos del terreno y regresamos a la carretera para volver a casa. Mire mi brazo, su mano había dejado marcas rojas, nunca lo había visto enojado de esa manera. La misma fuerza que uso en mi brazo parecía imprimirla en el volante, tenía la impresión de que en cualquier instante lo arrancaría.
La tensión dentro del auto se podía sentir en el aire, tanto que se podría cortar con un cuchillo, no sabía que hacer o decir, pero alguien tenía que decir algo… por suerte ese alguien no era yo, mi madre tomando el papel de mediadora cuando hablo:
-Creo que sería bueno que ustedes hablaran- fue todo lo que dijo. No hubo respuesta, ninguno de los dos hablo, yo esperaba que él diera el primer paso.
-Papá, yo…
-Lola- interrumpió él, a pesar de su estado su voz sonaba bastante tranquila –ahora no, por favor, no quiero hablar del tema.
-Pero…
-¡Pero nada!- gritó –no quiero hablar de eso- hizo una pausa para tragar saliva y aclarar su voz. –Y estas castigada- era raro escuchar aquellas palabras, la última vez que me habían castigado tenia diez años, todo por culpa de Sofía. Pero ahora distintito, yo lo había causado. –Y tampoco verás a tus amigos y terminarás con ese muchacho y no tendrás celular.
Sin mi teléfono y sin Vale… espera ¿!Terminar con Danniel!?
-¿!Qué!?- reaccione sobresaltada –¡No!- me negué. –No puedes hacer eso.
-Sí- contestó con la misma furia de antes, pero más sereno. Una extraña  combinación entre rabia y tranquilidad, era algo que sólo mi padre lograba. –Si puedo, yo te mantengo y eres menor de edad. Cuando seas mayor y te mantengas, harás lo que quieras- finalizó su discurso.
-¡No es justo!
-¿Sabes que no es justo?- preguntó, con el mismo tono furioso y pacifico a la vez –que tus amigos nos engañen, para que tú y tu novio pudieran…- no pudo terminar de articular la oración, parecía que no sabía que decir.
-¿Para que Danniel y yo qué?- lo reté.
Sabía que a mi papá no le hacía gracia que tuviera novio, aunque sabia que el problema no era ese, era la diferencia de edad.
Él no contestó, todo el trayecto fue silencio y tensión, ni siquiera encendió la radio.
Cuando estuvimos frente a la casa, pude notar a Mateo mirando por una ventana, tenía la mirada perdida, en cuanto nuestras miradas chocaron, el chico me vio con lo que yo sentí como enojo e inmediatamente cerro la cortina. ¡Genial!, lo que me faltaba, alguien más enojado conmigo.
Entré a la casa, siguiendo el paso de mis padres, inmediatamente mi celular emitió un sonido, saque el teléfono de mi bolsa. Era Danniel:
“Estas bien?”
“Sí, gracias. Y tú?”
Contesté al mensaje de Danniel, esperando que no me odiara por el incidente con mi padre.
-Y esto- dijo él y me arrebato el celular –me lo quedo yo.
-Pero es mío.
-Yo lo compré- respondió, guardo silencio un momento y parecía pensativo. Finalmente dijo: -lo que me recuerda.
Después de decirlo, subió como rayo, no sabía a que se refería. Hasta que bajo con mi laptop en manos, tomó sentido.
-Esto- dijo –también me lo llevo.
Me mordí el labio para no decir nada, estaba enojada, salí rápido de ahí y me dirigí a mi habitación. Cerré la puerta de un azotón, por la ventana pude ver el tranquilo parque y como mi madre salía a recibir a mi hermana que acababa de regresar de la casa de uno de sus amiguitos. Cerré las cortinas y me quede en casi completa oscuridad, estaba herida y molesta con mi padre. Me senté en el borde de mi cama y una lagrima se derramo, estaba tan furiosa que no había tenido tiempo de llorar.
Comencé a sollozar, ¿y si tenía que terminar con Danniel?, tal vez todo aquello eran señales de que no debíamos estar juntos. Pensarlo me hizo sentir una punzada en el estomago.
Me recosté en la cama, mientras las lagrimas resbalaban por mi cara, tocaron la puerta y aclare mi garganta.
-¿Quién?- pregunté.
-Yo- contestó mi madre –¿Puedo pasar?
-Pasa- contesté, mientras me secaba las lagrimas con el brazo.
Mi madre entro a la habitación, encendió la luz y me lanzó una mirada, no sé si de lastima o de comprensión, tal vez un poco de ambas. Se acerco a mí y se sentó al lado de mi al borde de la cama, guardo silencio y me rodeo con un brazo.
-¿Estás bien?- preguntó, su voz tenía ese tono de madre preocupada.
-No- y comencé a llorar de nuevo –no es justo.
-Lola…
-Tranquila- paso su mano por mi espalda.
-Es que…- no podía hablar, cada vez comenzaba a llorar cada vez más fuerte, con más sentimiento –no es justo- repetí.
-Es tu padre- contestó –se preocupa por ti… nos preocupamos por ti.
¿Nos preocupamos?, mi mamá sabe que Danniel no me haría nada.
-Tú conoces a Danniel- sorbí con la nariz y trate de aclarar mi garganta.
-No, no lo conozco- contestó, su tono dejo de ser cálido a ser uno más bien de preocupación –te llevo a un lugar que esta como a media hora de aquí, a las nueve de la noche, eso no da una muy buena primera impresión.
-Pero, Danniel no es así- dije entre sollozos.
-Eso lo sabes tú- lo dijo de una forma seca –pero nosotros, no tanto.
Guarde silencio. No podía creer que mi madre, quien había apoyado la relación desde el principio ahora estaba dudando.
-Lola- se levantó de la cama y se puso frente a mi –ahora puedes creer que te odiamos, pero lo cierto, es que te amamos y nos preocupamos por ti- se acerco y me dio un sonoro beso en la frente, me dedico una sonrisa, de esas que usas para decir que todo esta bien. –Por cierto- dijo, mientras se alejaba un poco, me mostro un teléfono inalámbrico –antes de los celulares usábamos esto- me arrojo el teléfono que usualmente estaba en la sala –milagros de los noventa.

Sonrió de nuevo y abandono la habitación.

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En una esquina del cielo, es una novela romántica, que habla sobre Lola, una chica de 14 años, enamorada de Danniel, un joven mayor, ¿sera acaso su verdadero amor?