Al entrar al lugar, una intensa ráfaga
de calor nos abrazo, era irónico porque el lugar era abierto. Comenzamos a
caminar, pasando cerca de muchos cuerpos, que se movían al ritmo de la música,
todo se desplazaba de una forma frenética, todo estaba tan vivo, era una danza
frenética de la vida.
-Si alguien te ofrece alguna bebida
la tiras sobre una planta- me dijo Danniel.
-No creo que aquí haya plantas-
conteste.
-La marihuana es una planta- agrego
Demian.
El frenesí de gente, aumentaba, el
volumen de la música era cada vez más fuerte. Danniel se acerco a mi, vi como
sus labios se movían, pero era inútil, no escuchaba ni una sola palabra de
aquello.
-¿Qué?- grite.
Danniel repitió todo, yo seguía sin
poder escuchar nada, se acercó a mi y me tomo de la mano, y de pronto, era como
si fuéramos sólo él y yo, como si todas esas personas tan frenéticas, hubieran
desaparecido, de nuevo esa sensación; así de la mano seguimos caminando, pude
notar que Valeria, Sebastián y Demian no nos seguían.
-¿Y tus amigos?- preguntó gritando
Danniel.
-No lo sé- respondí de la misma
forma.
De pronto una mano me toco el hombro,
voltee y ahí estaba, era Mateo, con su aspecto despreocupado de siempre.
De repente nuestras miradas se
encontraron, pude ver unos ojos color miel, que se veían rojizos, tal vez por
el efecto de algún estupefaciente.
-Hola- dijo con una sonrisa.
-Hola- contesté.
Él con la mano, nos indico un lugar,
mire a Danniel, este seguía sin entender la situación, Mateo comenzó a caminar
y nosotros lo seguimos, aún tomados de la mano.
Lo seguimos a través de unas
escaleras, la música iba perdiendo volumen conforme subíamos. La edificación,
suspendida, parecía un proyecto grande, no imaginaba cuanto dinero pudieron
haber perdido, el edificio era de unos seis pisos, estaba todo lleno de
habitaciones, algunas con o sin puertas, algunas con cortinas, acondicionadas
para hacerlas parecer tiendas, era impresionante, como todo aquello pasaba
desapercibido ante los ojos de todos, era surreal como algo tan clandestino
podía llegar a ser tan bello.
Llegamos al quinto piso, la música
aun era audible, claro que a un nivel más decente, el frenético baile se veía
hermoso, como una danza de celebración de la vida, que sólo celebraba eso; el
hecho de estar vivos.
-Hola- dijo de nuevo Mateo.
-Hola- contesté. –´El es Danniel-
añadí.
-Mucho gusto- dijo Mateo. –Yo soy
Mateo.
Ambos se estrecharon la mano. Era
extraño ver a las dos personas por las cuales estaba confundida, en un mismo
lugar.
Mateo se acerco a mi oído izquierdo
y con un pequeño susurro dijo:
-¿Podríamos hablar a solas?
Accedí. Le pedí a Danniel que me
esperara abajo, este acepto de buena manera, aunque no pude leer su expresión
facial.
-¿Qué me querías decir?- pregunte.
-Bueno yo…
Guardo silencio, sólo escuchaba el
sonido de la música. Sus labios, que me parecían muy lindos y carnosos, estaban
cerrados.
-¿Y bien?- pregunte. –Bueno hablare
yo.
Tome aire y gane fuerzas.
-El chico que viste conmigo, ha sido
mi sueño desde hace mucho…- hice una pausa. –Yo era la típica niña esperando a
ser notada, cuando por fin logre un mínimo de atención, apareciste tú, me
moviste, me confundiste… me sigues confundiendo- tome aire –te pedí tiempo
después de aquel beso, ahora no sé… no sé, quien es… quien me gusta.
No dijo nada, se quedo callado.
-Bien, no hablas.
Sentí mis mejillas arder, como si
toda la sangre de mi cuerpo, viajara directo a mi cara.
Di media vuelta y me fui, fui
directo a las escaleras, en busca de Danniel. De pronto un fuerte brazo me
detuvo,
-¡Espera!- exclamo el chico.
-¿Ya hablas?
-Lola, a mi también me gustas, y me
gustaría intentar algo, pero…- hizo una pausa
-¿Pero que Mateo?, estoy cansada de
esto, no me gustan los secretos.
-Es complicado… mi vida lo es.
-¿Qué es tan complicado?
-No te lo puedo decir.
-¿Por qué no?, si de verdad
quisieras algo me lo dirías.
De nuevo otro silencio. Cada vez que
nos quedábamos callados eran como cuchillas. Sus hermosos ojos color miel
parecían estar a punto de quebrar en llanto.
Seguí mi camino, estaba a punto de
bajar el primer escalón hasta que de nuevo, Mateo detuvo mi paso.
-Mateo, por favor.
No dijo nada, sus penetrantes ojos
me miraban fijamente. Cada vez me oprimía con más fuerza.
-Mateo, suéltame.
Pero siguió sin decir nada.
-¡Me lastimas!
De pronto Danniel, emergió de entre
las escaleras.
-¡Qué la sueltes!- grito.
Empujo a Mateo, logrando separarnos.
-¿Estas bien?- preguntó.
-Sí- dije masajeando mi brazo
izquierdo.
Mateo seguía en shock y de pronto se
fue corriendo.
-Vaya bicho raro- comentó –ven Lola
salgamos de aquí.
Me tomo de la mano y a paso
apresurado bajamos por las escaleras.
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