Los
domingos, no solamente servían para no hacer nada, también servían para
quedarse en pijama todo el día.
Deslizaba
mis dedos por el celular, había escrito ya el mensaje, sólo faltaba enviarlo.
“Para:”
El
celular estaba ahí, parecía presionarme, como si me estuviera mirando,
esperando a que me llenara de valor.
Finalmente
decidí enviarlo, a Danniel.
“Invitación
aceptada, pero yo decido el lugar, te veo en esquina del cielo a las siete”.
Cinco
horas, sólo cinco horas más, para juntar a Danniel y Mateo, para tomar una
elección o desatar el caos.
Era
momento de enviar otro mensaje. Esta vez para Mateo.
“Nos
vemos más tarde, llevare a algunos amigos, espero no te moleste, besos!”.
Tocaron
la puerta.
-¿Quién?-
grite.
-Yo- la
voz de Valeria, se escucho al otro lado de la puerta.
-Entra.
Estaba
emocionada, había pasado casi una semana.
La puerta
se abrió, Valeria cruzó la puerta, la sorpresa me lleno el cuerpo. Una falda
larga, hasta los pies, una blusa que le cubría todo, el cabello recogido,
totalmente castaño.
-Pero…-
apenas podía hablar -¿qué te sucedió?
-Hermana
Lola, he tenido una epifanía, he encontrado mi camino-. sonaba tan seria.
–Ahora he decidido servir al señor.
-Es una
broma… ¿verdad?
-No
hermana Lola, es un adiós, sólo he salido del convento para despedirme de mis
conocidos, pues mi vida al servicio del señor, ha comenzado, si me disculpas,
iré a terminar mi relación con Sebastián.
Dio media
vuelta, su enorme falda negra no dejaba ni a la vista sus zapatos. Salió y
cerró la puerta.
Aun
estaba en shock, no lo creería de Valeria, tal vez su himen había crecido
después de todo.
La puerta
se abrió de pronto, Valeria entro de nuevo.
-¡No
puedo creer que te lo hayas creído!- grito. –Hubieras visto tu cara, tu mamá
puso la misma.
-¡Cristo
redentor!- grite impactada –eres una enferma.
Valeria
comenzó a sacarse aquella ropa de encima, dejando descubierto unos shorts
negros, unos flats y una blusa negra con motivo floral. Se soltó el cabello
para dejarlo libre de aquel chongo.
-¿De
dónde demonios sacaste esa ropa?
-Se la
robe a las monjas- contestó y se sentó en el borde de la cama. –Me hace ver
pura, tú sabes, si no eres virgen no vendes.
-Eres una
enferma y una pecadora.
-¡Oye!,
ellas me obligaron a quitarme mis amados mechones rubios- sonó triste, como si
extrañara el tinte rubio en su cabeza. –Aunque, debo de admitir que hubo cosas
positivas, hoy para despedirnos, nos juntaron a los chicos y a las chicas en
una misa. Sabes, de haber sabido que los chicos religiosos son tan guapos, me
daría latigazos en la espalda más seguido.
-Repito,
eres una pecadora.
-Bueno,
ya, ¿de qué me perdí en mi ausencia?
Ahí
sentadas las dos, comencé a contarle, con todos los detalles, como transcurrió
todo aquella semana, todo con el más mínimo detalle. Ella sólo me veía asombrada.
-Por el
amor de Dios…- sus ojos estaban abiertísimos –y tú me dijiste que no pasaría
nada.
-Tampoco
es como que haya desatado el apocalipsis.
-Bueno-
dijo –¿con quién te vas, con melón o con sandia?
Eso mismo
me había estado preguntado yo misma
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario