sábado, 3 de enero de 2015

Capítulo LXXXVII

Los domingos, no solamente servían para no hacer nada, también servían para quedarse en pijama todo el día.
Deslizaba mis dedos por el celular, había escrito ya el mensaje, sólo faltaba enviarlo.
“Para:”
El celular estaba ahí, parecía presionarme, como si me estuviera mirando, esperando a que me llenara de valor.
Finalmente decidí enviarlo, a Danniel.
“Invitación aceptada, pero yo decido el lugar, te veo en esquina del cielo a las siete”.
Cinco horas, sólo cinco horas más, para juntar a Danniel y Mateo, para tomar una elección o desatar el caos.
Era momento de enviar otro mensaje. Esta vez para Mateo.
“Nos vemos más tarde, llevare a algunos amigos, espero no te moleste, besos!”.
Tocaron la puerta.
-¿Quién?- grite.
-Yo- la voz de Valeria, se escucho al otro lado de la puerta.
-Entra.
Estaba emocionada, había pasado casi una semana.
La puerta se abrió, Valeria cruzó la puerta, la sorpresa me lleno el cuerpo. Una falda larga, hasta los pies, una blusa que le cubría todo, el cabello recogido, totalmente castaño.
-Pero…- apenas podía hablar -¿qué te sucedió?
-Hermana Lola, he tenido una epifanía, he encontrado mi camino-. sonaba tan seria. –Ahora he decidido servir al señor.
-Es una broma… ¿verdad?
-No hermana Lola, es un adiós, sólo he salido del convento para despedirme de mis conocidos, pues mi vida al servicio del señor, ha comenzado, si me disculpas, iré a terminar mi relación con Sebastián.
Dio media vuelta, su enorme falda negra no dejaba ni a la vista sus zapatos. Salió y cerró la puerta.
Aun estaba en shock, no lo creería de Valeria, tal vez su himen había crecido después de todo.
La puerta se abrió de pronto, Valeria entro de nuevo.
-¡No puedo creer que te lo hayas creído!- grito. –Hubieras visto tu cara, tu mamá puso la misma.
-¡Cristo redentor!- grite impactada –eres una enferma.
Valeria comenzó a sacarse aquella ropa de encima, dejando descubierto unos shorts negros, unos flats y una blusa negra con motivo floral. Se soltó el cabello para dejarlo libre de aquel chongo.
-¿De dónde demonios sacaste esa ropa?
-Se la robe a las monjas- contestó y se sentó en el borde de la cama. –Me hace ver pura, tú sabes, si no eres virgen no vendes.
-Eres una enferma y una pecadora.
-¡Oye!, ellas me obligaron a quitarme mis amados mechones rubios- sonó triste, como si extrañara el tinte rubio en su cabeza. –Aunque, debo de admitir que hubo cosas positivas, hoy para despedirnos, nos juntaron a los chicos y a las chicas en una misa. Sabes, de haber sabido que los chicos religiosos son tan guapos, me daría latigazos en la espalda más seguido.
-Repito, eres una pecadora.
-Bueno, ya, ¿de qué me perdí en mi ausencia?
Ahí sentadas las dos, comencé a contarle, con todos los detalles, como transcurrió todo aquella semana, todo con el más mínimo detalle. Ella sólo me veía asombrada.
-Por el amor de Dios…- sus ojos estaban abiertísimos –y tú me dijiste que no pasaría nada.
-Tampoco es como que haya desatado el apocalipsis.
-Bueno- dijo –¿con quién te vas, con melón o con sandia?

Eso mismo me había estado preguntado yo misma
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
En una esquina del cielo, es una novela romántica, que habla sobre Lola, una chica de 14 años, enamorada de Danniel, un joven mayor, ¿sera acaso su verdadero amor?