“Pá, hoy saldré mas tarde de
la escuela, me quedare a ayudar en algo de la escuela, ¿puedes venir más tarde
por mí?” era lo que decía el mensaje que le había enviado a mi papá, para que
no sospechara nada de que en realidad se trataba de un castigo y no de algo
voluntario.
Observaba a todos salir de
la escuela, Valeria no se despidió, Demian antes de salir me dedico una
sonrisa, como si me tratara de decir: ya que. Me dirigía a la biblioteca cuando
sonó mi celular indicando que tenía un mensaje, era la respuesta de mi padre:
“ok claro, espero tu mensaje o llamada. Besos”.
-Por lo menos se creyó la
mentira- dije para mí misma –y por lo menos
no hay nadie para escuchar que hablo sola.
Entre a la biblioteca y vi
libros apilados, otros más en cajas y algunos más esparcidos por las mesas o el
suelo. Cerca de mi estaba el señor Rodríguez maestro de español y encargado de
la biblioteca.
-Buenas tardes señorita-
dijo el señor Rodríguez, dirigiéndose a mi –sígame le mostrare que tiene que
hacer.
El señor Rodríguez no es el
tipo de personas que tengan la facha de imponer respeto, es un señor al parecer
cincuentón de no más de 1.60, calvo y con gafas. Es un profesor flexible pero
al mismo tiempo estricto, casi nunca hay nadie que se atreva a hablar en su
clase. El señor Rodríguez me empezó a explicar lo que tenía que hacer. Se
trataba de acomodar libros, por género y al mismo tiempo por orden alfabético.
-Bueno señorita Ferro,
podría comenzar con esa caja de allá ¿está bien?
-Ya que- dije para mis adentros. –Claro, no
hay problema- dije finalmente, acompañado de una sonrisa falsa, más bien de
resignación.
-Ok, pues a comenzar- dijo
el señor Rodríguez –yo tengo que salir un momento, no me tardo, usted puede
empezar, por allí- dijo este, señalando un rincón donde había una caja con
libros a lado de un librero, donde se supone debo de acomodar los libros. Iba
directo hacia donde estaban, cuando la alarma de mi celular sonó, indicando que
era hora de mi medicamento, saque una botella de agua de mi mochila que estaba
casi a la mitad junto con 2 frascos de pastillas, no recordaba que dosis me
tocaba de cada una si eran 2 del frasco verde o 2 del frasco azul, lo hice al
azar y tome 2 del frasco verde y una del frasco azul, esperando no haberme
equivocado comencé a sacar libros de la caja al parecer esta sección es
“cuentos y novelas”. Saque poco a poco cada uno de los libros encontrándome con
títulos como: Blanca Nieves, Rapunzel, Ricitos de oro y los 3 osos, El mago de
oz, el diario de Anna Frank, etc. Me encontraba acomodando libros, quite uno
que hablaba sobre matemáticas, que se encontraba en el lugar donde se suponía
debían estar los cuentos y las novelas, comencé a bostezar y a sentirme
somnolienta, tome el libro y lo puse en una pila de libros que no deberían
estar en esa área, me senté a lado de la
caja y saque un libro que al parecer era “Aladin” me recargue en la pared y
pronto me comencé a sentir los parpados aun más pesados.
Me levante de una cama,
llevaba un vestido azul larguísimo, apenas me dejaba ver mis pies, todo era confuso
pero familiar, me levante de la cama y me di cuenta de que mi pelo llegaba
debajo de mi espalda, algo iba mal, me dirigí al balcón y sin alguna razón
comencé a decir:
-Danniel, Danniel donde
estas- dije con una mano en el pecho –que no te veo… espera eso no rima, Dios,
no podrías elegir un nombre no se ¿cómo Romeo?
-Lola, Lola deja caer tu
pelo- decía la voz de Danniel, quien iba vestido como un trovador medieval- que
quiero mandarte un… ¿Qué rima con pelo?
-No se- estaba confundida
–espera un momento, eso es de Rapunzel y esto es Romeo y Julieta.
-¿Romeo y Julieta?
-Sí, tú sabes- dije, jugando
con un mechón de mí ahora, larguísimo pelo –los jóvenes enamorados, cuyos
padres se oponían a su amor, tú sabes… amantes trágicos, los Montesco y los
Capuleto ¿te dice algo?
-¿Qué dices?- contesto
Danniel, con cierta alarma –obviamente, nuestras familias se oponen, los
Salvatierra y los Ferro, no hay mas amor trágico que el nuestro, por eso te
traje un regalo- entonces comenzó a hurgar en una especie de bolso que llevaba
cargando. –Deja caer tu pelo para poder mandártelo, es algo para salvarnos la
reina roja.
-Ok…- balbuceaba – ¿eso no
es de Alicia en el país de las maravillas?- dicho esto, por alguna razón, deje
caer mi pelo.
El tomo un mechón, y ato una
especie de bolsa de tela que yo subí, al parecer podía hacer crecer mi pelo a
voluntad, desate mi pelo de la bolsa y vi una lámpara.
-Es oficial, soy una
desquiciada.
Frote la lámpara, como si
supiera que un genio iba a salir de ella, mi sorpresa fue cuando salió algo,
pero no precisamente un genio.
-Hola encantadora señorita-
dijo un conejo, de casi 1.40 muy parecido al señor Rodríguez –le he traído
estos zapatos, que resolverán sus problemas- dijo este mostrándome unos zapatos
rojos.
-¿Y el genio?, ¿Y los 3 deseos?
-¿De qué hablas?- dijo el
conejo con cara del señor Rodríguez, que parecía confundido.
-Tú sabes, los genios que
salen de la lámpara, que te conceden 3 deseos- dije, mientras veía al conejo
Rodríguez con cara de incertidumbre. –Bueno ya, dame esos zapatos ¿Qué tengo
que hacer?- tomé los zapatos.
-Póntelos, golpea tus
talones contra el suelo y di: no hay lugar como el hogar.
-Como en “El mago de oz”-
dije, poniéndome los zapatos. –Muy bien estoy lista- comencé a golpear mis
talones –no hay lugar como el hogar.
De pronto aparecí en una
cama muy incómoda, al lado de esta se encontraban 2 iguales, todo me parecía
aterradoramente familiar, me levante y mire por la ventana era un bosque,
observe la habitación era un cuarto de madera de tamaño regular, note que mi
pelo ahora estaba rizado, intente hacerlo crecer pero no funciono, el vestido
fue cambiado por uno un poco más corto y del color de la miel. Salí de la
habitación y baje las escaleras encontré a 3 osos, o más bien 3 personas
disfrazadas de oso. Valeria, Demian y Sebastián.
-¿Qué hacen ustedes aquí?- estaba
confundía, mirándolos –y vestidos así.
-Vestidos ¿cómo? Siempre
hemos vestidos así- dijo el oso Sebastián.
-No te acuerdas, ah no, tú
ya no me visitas desde que te enteraste de que me case con Sebastián- dijo la
osa Valeria, con una mirada despectiva. –Además ¿Cómo entraste?
-Un conejo me dio unos zapatos y me trajeron
hasta aquí.
-Entonces tú debes ser
nuestra salvadora- dijo el oso Demian.
-¿Salvadora?- dije, con algo
de confusión -¿De qué hablas Demian?
-De…- Demian se vio
interrumpido por un golpe en la puerta. – ¡Es él!- grito Demian, desesperado.
-¿Quién?- pregunte yo.
Entonces algo rompió la puerta, era un lobo, de un pelaje café, era enorme. El
lobo se abalanzo directo hacia mí, me derribo y abrió sus enormes fauces frente
mí cara, y con una voz familiar rugió:
-Despierta Lola, despierta…-
decía el lobo, abriendo sus grandes fauces.
Después de eso, todo se
ensombreció, escuche la voz del señor Rodríguez, abrí los ojos, todo se veía
borroso, pero finalmente todo se aclaro, vi al señor Rodríguez y me di cuenta
de que aun estaba en la biblioteca. Y me di cuenta de que todo fue un sueño, un
muy raro sueño.
Wooo Danniel y Lola dabgsfhgeghdwuiughcs
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