sábado, 25 de octubre de 2014

Capítulo LXXXIV:

La lluvia golpeaba mi ventana, una mañana de verano como cualquier otra, no había dormido bien, pues varios sueños me habían mantenido despierta.
-¿No se supone que tienes que vigilar mis sueños?- repliqué al atrapa sueños que había colgado en la cabecera de mi cama.
Me arroje de nuevo a las almohadas y cerré los ojos.
Necesitaba a Valeria, ¿por qué se va cuando empiezan a suceder estas cosas?, no es justo, a lo mejor, hay un ser cósmico allá arriba, que disfrutaba verme sufrir.
La puerta de la habitación se abrió y mi madre entró.
-Lola, levántate.
-¿Por qué?- dije metiéndome entre las sabanas. –Esta lloviendo.
-Porque son las once, además, ¿qué tiene que ver la lluvia?
-Se me esponjara el cabello.
-Siempre puedes raparte y entrar a un culto.
Mi mamá jalo la sabana, dejándome descubierta.
-Eso es grosero- me senté en la cama.
-Levántate, hoy me ayudaras a limpiar “el cuartito”.
“El cuartito” es eso un cuarto, que usamos como bodega, ahí podemos encontrar desde muebles que ya nadie usa, ropa y juguetes viejos, incluso regalos que en algún momento fueron entregados a mis padres, pero por alguna circunstancia (pena) nunca utilizaron.
-Dile a Sofía.
-Tu hermana se fue con una amiguita a jugar desde temprano.
-Mamá, ¡Por Dios!- fingí asombro –controla a esa niña, sale demasiado, ¿qué sigue? ¿comenzar a fumar?
-Lola…
-Bueno ya- me levanté de la cama y entre al baño.
Una vez fuera me vestí, un pants y una camisa suelta, atrapé mi cabello en un chongo, sujetado por una pinza.
Con pocas ganas y aun extrañando mi cama, baje a ayudar a mi mamá con “el cuartito”.
El lugar estaba apenas iluminado, mi mamá estaba en una esquina frente a un baúl viejo. Me acerque entre cajas en el suelo y una pequeña mesa con regalos guardados y recolectados durante años.
-¿Qué haces?- me senté al lado de ella.
-Nada… sólo mirando estas cosas viejas- sonaba un poco nostálgica.
Eche una mirada en el baúl, dentro de este se encontraban, una serie de cosas viejas, algunas pertenecientes a mis padres, otros recuerdos que mi abuela había dejado.
Introduje mi mano, pues una vieja cobija me había llamado la atención.
-¡Por Dios- exclame –aun existe!
La pequeña cobija, que se encontraba en mis manos, era nada más y nada menos, que mi vieja cobija de bebé, era rosada y tenia bordada mi nombre, tuve una cierta dependencia hacia ella, hasta que cumplí cinco años.
-Al parecer, también te habías olvidado de esto- mi madre sacó un oso de peluche, con la oreja rota y con un ojo faltante del baúl.
-¡Cristo redentor!- estire mis brazos y tome al oso. –¡Brownie!
Brownie, era mi mejor amigo… mi único amigo, al menos hasta que cumplí siete años, era la única persona… cosa con la que podía platicar, yo solía ser una niña solitaria hasta que aparecieron Valeria y Demian.
-No puedo creer que lo haya olvidado.
Tome al oso y lo puse a un lado mío, desde ese momento decidí no separarme de él de nuevo.
Comencé a husmear dentro del mismo baúl, encontré cosas como ropa de bebé, juguetes viejos, pequeñas cajas y otras cosas más. Pude divisar una caja de madera, del tamaño de una caja de zapatos, saque la caja, que estaba pintado con una capa de pintura azul y unos grabados en dorado.
-¡Oh por Dios!- ahora era mi madre la sorprendida.
Me arrebato la caja de las manos.
-De nada…- susurré. –¿Qué es?
-Creo que ya hemos limpiado mucho, ¿qué tal una taza de té?
-Pero no hemos hecho nada…
-Hemos trabajado mucho- me guiño un ojo. –Ven.
Mi madre se levanto y salió de la habitación, yo tome a brownie y la seguí hasta la cocina.
Una vez en la cocina, mi madre encendió una tetera, yo me senté muy cerca de la pequeña meza que teníamos dentro de la cocina.
Mi mamá, se acerco al estéreo que siempre usa para escuchar música mientras cocina, la encendió y comenzó a sonar “Cool” de Gwen Stefani.
Se sentó frente a mi.
-Sabes, había estado buscando esto por mucho tiempo- comento mi madre.
-¿Por qué?, ¿qué hay dentro?
Mi mamá abrió la caja y saco algunas fotografías, junto a un montón de cosas, sin relación alguna.
-Mira- acerco una fotografía. –Soy yo cuando tenia quince años.
Era increíble ver el parecido que tenia con mi madre a esa edad, claro que una de las diferencias mas notables, es que ella era más alta que yo.
Acerco otra más, eran dos jóvenes, una chica y un chico, abrazados y sonrientes, él con una barba de al parecer una semana y ella con un cabello largo y liso, debajo de la foto había algo escrito, Lucero y Rodrigo, 1992.
-¡Cristo redentor!, son tú y mi papá.
-No me digas…- murmuro ella.
Mi madre se levanto y fue por la tetera, y en dos tazas comenzó a servir el té en ellas, saco un plato de galletas y las llevo junto con las tazas de té a la mesa.
-Que guapa eras.
-¿Era?
-Bueno… eres, pero bueno, tú sabes, yo…
-Sí, ya te entendí- me interrumpió.
Comencé a hacer cuentas, si la foto había sido tomada en 1992, habían pasado…
-¡Veintiún años!
-¿Qué?- pregunto mi madre.
-Tomaron esa foto hace veintiún años.
-Con razón te va tan bien en matemáticas- dijo llena de sarcasmo. Comenzó a desmoronar una galleta y le dio un sorbo a su té.
Un estruendo retumbo por todos lados, al parecer la tormenta había empeorado. Mi madre no parecía ni notarlo, seguía absorta examinando esos objetos y sonriéndoles, como si en cada uno de ellos hubiera un pedazo de ella.
-Mira- me acerco unos boletos amarillentos, con fecha del años 1993. –Son del primer concierto al que fui con tu papá.
Comencé a examinar los boletos, parecía toda una eternidad, veinte años, eran una prueba viviente del amor que se tienen mis padres.
-Sabes- mi madre comenzó a hablar –siento que ha pasado tanto y tan poco tiempo, desde que conozco a tu padre, nunca creí que él y yo llegaríamos tan lejos, el día que nos casamos, fue el mejor día de mi vida, claro apenas superado por tu nacimiento y el de tu hermana- hizo una pausa y le dio otro trago al té y tomó otra galleta. –Tampoco puedo creer que ya tenga una hija de catorce años y otra de siete, me siento… vieja.
Mi mamá sabia como arruinar el momento a veces.
-¿Por qué lo dices?
-Porque tú, ya casi cumples quince, pronto vendrá la preparatoria, crecerás y te irás de la casa, tu hermana hará lo mismo en algún momento.
Di un trago a mi té, mi mamá sonaba angustiada, tal vez por el hecho de asumir que Sofía y yo estábamos creciendo.
-Vamos, aun falta mucho para eso.
-Sí, pero el tiempo pasa rápido, en un abrir y cerrar de ojos, tú estarás saliendo de esta casa, casada, con una familia.
-Ni siquiera tengo novio.
-Pero eso va a cambiar.
Solté un suspiro y mire fijo a la taza.
-¿Qué pasa?
-¿Con qué?- pregunte.
-Suspiraste.
-Yo siempre estoy suspirando.
-Sí, pero mencione novio y te pusiste pálida, ¿pasa algo?
-No…
-Lola.
-Bueno sí.
-¿Es sobre un muchacho?
-Algo así.
¿Cómo que algo así?
-Pues…
-Anda, Lola, dime ya, soy tu madre, no una vidente.
-Okay- no sabia como explicarle que estaba en uno de esos triángulos amorosos que aparecían en las películas. –Bueno, verás- comencé con mi explicación –hay un chico.
-¿Demian?
-No, mamá, no, cuantas veces te debo decir que sólo somos amigos.
-Bueno, ya continua.
-Bueno, este chico me tiene un poco confundida, digamos que no es muy claro con sus sentimientos y me da señales confusas.
-¿Qué clase de señales?- preguntó mi madre que estaba muy atenta mientras arrasaba con el plato de galletas.
-Pues a veces me presta atención y otras apenas existo para él- hice una pausa y suspire de nuevo. –Y luego esta este otro chico.
-Espera- abrió mucho los ojos –¿dos chicos?
-Sí, pero este- hice una pausa -… este chico, parece más interesado que el otro, así que salimos una vez, y ahora resulta que esta confundido.
Mi mamá se quedo callada, analizando la situación con la taza de té en la mano, yo tome la mía y di un pequeño.
-¡Mateo!- gritó.
Casi tiro la taza.
-¿Qué?
-Es Mateo- contestó –saliste con él.
No dije nada y seguí tomando té, sin decir nada.
-¡Oh por Dios!, si es él.
-Brownie contéstale tú.
-Lola…
-Bueno, si, ya es él.
Comencé a sentir como toda la sangre se me iba directo a la cara, apuesto a que, me estaba poniendo más roja que un tomate.
-¿Quién es el otro?
-¿Eh?
-El otro chico.
-Se llama Danniel no lo conoces.
-Okay.
-¿Crees qué mi papá se moleste si tengo novio?
-No creo, ¿por qué debería?
-Porque Mateo tiene dieciséis.
-No es mucha la diferencia- se comió una galleta. –¿Cuántos años tiene el otro chico.
-Diecinueve- dije por lo bajo.
-¡Diecinueve!, por Dios.
-Que exagerada- comente. –Además, tú y mi papá se llevan cinco años.
-Sí, pero cuando nosotros comenzamos una relación, ambos éramos ya, mayores de edad.
Demonios, ¿cómo combatir ese argumento?
-YOLO- bien hecho Lola, que inteligente eres…
-¿Qué?
-Nada- conteste. –Mira, Danniel es un buen muchacho.
-¿Cómo estas tan segura de eso?- mi madre es muy astuta.
-Pues… porque sí, te lo juro por la tumba de mi abuela.
-¡Tu abuela sigue viva!- contesto. –Lola- suspiro –¿Sabes que tu papá y yo queremos lo mejor para ti, verdad?
-Como todos los padres- asentí.
-Y por eso no queremos que te lastimen.
-Okay.
Mi madre se levanto de su silla, y se acerco a mi, yo me levante también y nos abrazamos. Se sintió tan bien, uno de esos abrazos protectores y llenos de calor que sólo una madre podría dar.

Mi celular comenzó a sonar, perfecto para arruinar, el momento, mensaje de Mateo, era el mapa para ir a la fiesta, ahora sólo tenia que decidir, ir con Mateo a la fiesta o estar con Danniel en una esquina del cielo.

"I’m very much about the sensual experience. That’s what touches me. How light hits water. How it feels to touch velvet. How it feels to touch a piece of metal that is polished to perfection." - David Yurman

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
En una esquina del cielo, es una novela romántica, que habla sobre Lola, una chica de 14 años, enamorada de Danniel, un joven mayor, ¿sera acaso su verdadero amor?