Nos
separamos, me senté y él también, estábamos enfrente del otro, mi corazón
palpitaba a mil por hora, sólo sentía que mi cara se ponía roja como tomate,
también Mateo se estaba sonrojando. La rueda comenzó a moverse de nuevo, ahora
estábamos regresando al suelo. Ninguno de los dos dijo nada, fue un momento de
tensión donde ninguno de los dos sabia que decir o que hacer.
Salimos
de ahí, él seguía callado y yo tampoco quería decir mucho, nuestras manos ya no
se encontraban tomadas; esperaba que Mateo fuera quien rompiera el silencio,
pero eso no sucedería de nuevo. Así que me decidí a hablar:
-Y bien…
-Discúlpame-
me interrumpió. –No debí hacerlo.
-No te
preocupes-. Guarde silencio un momento. –Me gusto- admití rompiendo el pequeño
silencio que había creado.
¡Lola!,
¡por qué le dices cosas así de la nada!, tienes que meditarlo.
Mi
respiración se agito, mi corazón tomo de nueva cuenta un ritmo acelerado.
Él sólo sonrió,
una sonrisa nerviosa, de esas cuando no sabes que decir o que hacer, aunque me
hubiera gustado otro beso… ¡Lola contrólate!
-Bueno…- parecía
que quería cambiar de tema. –¿Qué quieres hacer ahora?
¡Bingo!
Debería tener trabajo como psíquica.
Le seguí
la corriente, tampoco tenia muchas ganas de hablar del tema, así que sólo me
limite a decir:
-Otra
montaña rusa.
Después
de otra… otras cinco montañas rusas y algunos juegos, ambos estábamos
exhaustos.
Caminando
hasta encontrar nuestro siguiente destino encontramos una banca, ambos nos tiramos.
-¿Qué
hacemos ahora?- pregunté.
-Que te
parece… comer- me sonrió.
Pensé que
nunca lo diría.
-Me
encantaría- sonreí. –Luego, podríamos subir de nuevo a las tazas.
Nos
levantamos y fuimos a buscar algo que comer, rápidamente, encontramos un
pequeño servicio de comida rápida, pedimos una pizza grande de peperoni e
increíblemente acabamos con ella.
La comida
fue algo silenciosa, no hubo muchos comentarios, sólo los habituales, acerca de
si me gustaba la pizza, que sabor prefería y cosas de ese estilo, siempre
evitando el tema del beso.
El cielo
estaba gris, terminando de comer, salimos del parque, eran poco más de las tres
de la tarde.
Subimos a
su camioneta y comenzamos con el regreso a casa.
La lluvia
comenzó a caer, cubriendo las ventanas y el parabrisas y con eso una danza de
los limpia parabrisas de arriba hacia abajo. El camino resultaba silencioso,
Mateo soltó un suspiro y encendió el radio sin despegar la mirada de la
carretera, comenzó a sonar “Misery Business” de Paramore, tema que me recordaba
a la primaria.
-¿Vamos a
hablar?
-¿De qué?
Voltea a
verlo y le lance una mirada, tratando de
decir “¿en serio?”.
-Eso… eso
fue un accidente- dijo.
-Claro cómo
los demás ¿verdad?
-Lola…
eso fue diferente.
-¿Por qué
es diferente?
-Sólo lo
es… es difícil- hizo una pausa. –No lo entenderías.
-Estoy
cansada de eso- replique.
-¿De
qué?- dijo sin entender.
-De no
entender, cansada de no entender lo que siento, ni por quien- hice una pausa,
recobre el aliento y continúe: –estoy cansada de que mi cabeza sea un lío por
ustedes.
-¿Por
nosotros?- pregunto.
-Olvídalo…
Hubo
silencio, por lo menos de nuestra parte, pues la lluvia seguía golpeando y la
música seguía sonando. Tenia la garganta hecha un nudo, quería tirarme y
llorar, pero me limite a suspirar y trazar algunos garabatos en la ventana
empañada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario