sábado, 22 de marzo de 2014

Capítulo LX

Odio los lunes, si hay algo que odio más que los domingos, son los lunes, gracias a Dios son vacaciones y gracias a Dios, tengo planes con un chico lindo… un chico lindo ¿Cuándo empecé a ver así a Mateo?
Paso por mí casi a la una de la tarde, saludo a mi mamá y seguimos nuestro camino. Una vez en marcha y detenidos en el tráfico comenzó la charla:
-Así que… ¿Adonde me llevas?
-Una sorpresa, no comas ansias- me guiño un ojo.
Me ponía nerviosa, no sabía que Mateo conociera algún lugar de la ciudad, genial de nuevo una batalla entre mi moral y mis deseos, el marcador moral 0 – deseos 1. De nuevo sentía traicionar todos mis principios, ir con un chico que tengo menos de una semana de conocer, a un lugar desconocido, en el auto… camioneta, de un chico  del que prácticamente no sé mucho. A este paso, terminare siendo una bocho el próximo año.
-Llegamos- se estaciono. Yo no veía ningún lugar cerca, el salió y como todo un caballero abrió la puerta para que pudiera bajar, las manos me sudaban, así que evite tomarle la mano.
Abrió la cajuela y saco una caja, ¿armas de tortura?, me estremecí al pensarlo.
Vamos Lola, no puedes ser tan desconfiada, ¿Qué es lo peor que te puede pasar?... aparte de ser secuestrada, violada, vendida en partes, violada y después ser vendida en partes… mejor dejo de pensar.
-¿Ya me puedes decir la sorpresa?- pregunte nerviosa.
-No comas ansias- de nuevo. Sonrió.
Caminamos un poco hasta llegar a un zaguán blanco… eso me ponía aun más nerviosa. Golpeo el zaguán y una voz salió del otro lado.
-¿Qué quieren?- pronuncio la voz ronca.
-Soy yo, Mateo.
Hubo silencio, estaba confundida, muy confundida. También estaba muerta de miedo.
El enorme zaguán se abrió, me extendió una mano, yo me limpie la mano izquierda; estaba cubierta de sudor, y lo tome de la mano para seguirlo, al entrar note un pasillo largo, no había luces, había apartamentos, sin terminar de construir y había un olor extraño, no lo reconocía.
Una chica pasó muy rápido a lado de mí, perdí el equilibrio y alguien me atrapo por la cintura, Mateo, ni siquiera note cuando había dejado la caja en el suelo.
Al recuperar el equilibrio note que había más gente, chicos y chicas algunos patinando, otros fumando lo que parecía ser hierba, otros solo estaban sentados y algunos más estaban en esos cubículos diminutos sin completar, eran una especie tiendas.
-Y bien, ¿te gusta?- por fin dijo Mateo, pensaba que había perdido esa capacidad.
-Claro todo es tan…colorido, lleno de vida, tan… diferente.
-Obvio, porque todo lo igual aburre, si trataras de ser igual a los demás seria patético.
Mateo se agacho y saco dos pares de patines, unos rosas y unos azules intensos.
-Es un estereotipo eso del rosa para las niñas y azul para los niños. Por favor dime que no vamos a patinar.
-Okay, no te lo diré- sonrió y me acerco el par rosas. Realmente odio patinar… bueno no, simplemente tengo miedo de caer y morir, ¡y aun no tengo un romance como el de Ryan y Marissa!
-Créeme soy pésima- dije, mientras agitaba los patines en el aire.
Mateo se sentó en el suelo y se saco los tenis, se puso los patines y se levanto con cuidado.
-Vamos, yo te ayudo- me sonrió, cuando me di cuenta ya estaba sentada poniéndome los patines.
Me extendió una mano y me ayudo a levantarme.
-¿Lista?- me guiño un ojo.
-No, pero tengo seguro dental, eso me hace sentir un poco mejor.
Comenzamos a avanzar lentamente, íbamos tomados de la mano. De pronto sentí la mano húmeda, estaba sudando como nunca antes, me sentía una fuente de sudor, podría apagar un incendio, tal vez mi poder de elegida era lanzar chorros de sudor por las manos.
Íbamos a un buen ritmo, pasando por el lugar, había varios locales ubicados en esos pequeños cubículos que un día estuvieron destinados a ser habitados.
-¿Qué es exactamente este lugar?- le pregunte a Mateo, que aun sostenía mi sudorosa mano.
-No sé exactamente que es- contesto –estaba destinado a ser un lugar para que la gente viviera, no se termino el proyecto y alguien lo convirtió en un paraíso skater.
-Y al parecer también en un fumadero.
-Si… bueno…- guardo silencio.
Seguimos avanzando, el sutil olor a marihuana aumentaba, en los lugares que antes serian departamentos, había tiendas con dueños un poco estrafalarios, chicos con enormes expansiones haciendo tatuajes, en otro vendían joyería. Seguimos avanzando, hasta que me detuve frente a un local.
-¿Qué pasa?- retrocedió Mateo.
-¿Te gustan?- pregunto la chica del local acercándose. Tenía un aspecto muy hippie, pelo rubio con rastas, un piercing en la nariz y un vestido muy colorido.
-Claro, todo es muy… original y colorido- le dedique una sonrisa a la chica.
-¿Quieres algo?- Mateo me tomo por el brazo.
-Este yo… si… pero…
-Pero nada, no seas tímida y elige algo.
Entre al local, mateo me siguió, ya me había adaptado a los patines, había marcos, espejos, en sí muchas manualidades de colores. Habían dos que capturaron mi atención, un espejo rodeado de pedazos de vidrios pintados de varios tonos de morado y un atrapa sueños. Pase mis dedos por las plumas, eran suaves y mis ojos se quedaron posados en aquel espejo.
-¿Te llevaras ambos?- pregunto la chica.
-Yo…
-Claro que se llevara ambos- Mateo no me dejo terminar de hablar. Me dedico una sonrisa mientras le pagaba a la encargada.
La chica tomo el espejo y el atrapa sueños y los metió dentro de una bolsa, y salimos de la improvisada tienda. No sin que antes la chica nos dedicara una sonrisa.
-Gracias por el regalo- le dedique una sonrisa mientras avanzamos.
-Fue un placer- sonrió –pero…- levanto la bolsa –para quedártelos, tienes que ganarme… ¡En una carrera!- salió patinando a toda velocidad.
Lo seguí por el lugar, pasando cerca de rampas (que antes estaban destinadas a ser albercas) y lugares con más gente, había más tiendas de las que imaginaba. Mateo era muy rápido, apenas lo podía ver, cuando entramos a un pasillo, lo perdí de vista, estaba agotada.
-¿Tan pronto te rindes?- pregunto una voz desde atrás.
-Ni en tus sueños, guapo- saque un poco más de fuerzas y lo seguí. Mateo disminuyo su paso.
Cuando por fin estuve cerca de él, perdí el equilibrio, ahora si me tenía que despedir de todos y cada uno de mis dientes. Antes de caer, Mateo me atrapo entre sus brazos, me sonroje de inmediato.
-¿Estás bien?- pregunto el chico de los hermosos ojos de color miel.
-Ahora lo estoy- me quede mirando sus ojos. Esos segundos se estaban convirtiendo en horas, sentía como una corriente eléctrica atravesaba mi cuerpo.

Su cara se estaba acercando a la mía, casa vez más cerca, hasta que paso lo inevitable, Mateo y yo nos estábamos besando.

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En una esquina del cielo, es una novela romántica, que habla sobre Lola, una chica de 14 años, enamorada de Danniel, un joven mayor, ¿sera acaso su verdadero amor?