Odio los lunes, si hay algo que odio
más que los domingos, son los lunes, gracias a Dios son vacaciones y gracias a
Dios, tengo planes con un chico lindo… un chico lindo ¿Cuándo empecé a ver así
a Mateo?
Paso por mí casi a la una de la
tarde, saludo a mi mamá y seguimos nuestro camino. Una vez en marcha y
detenidos en el tráfico comenzó la charla:
-Así que… ¿Adonde me llevas?
-Una sorpresa, no comas ansias- me
guiño un ojo.
Me ponía nerviosa, no sabía que
Mateo conociera algún lugar de la ciudad, genial de nuevo una batalla entre mi
moral y mis deseos, el marcador moral 0 – deseos 1. De nuevo sentía traicionar
todos mis principios, ir con un chico que tengo menos de una semana de conocer,
a un lugar desconocido, en el auto… camioneta, de un chico del que prácticamente no sé mucho. A este
paso, terminare siendo una bocho el próximo año.
-Llegamos- se estaciono. Yo no veía
ningún lugar cerca, el salió y como todo un caballero abrió la puerta para que
pudiera bajar, las manos me sudaban, así que evite tomarle la mano.
Abrió la cajuela y saco una caja,
¿armas de tortura?, me estremecí al pensarlo.
Vamos Lola, no puedes ser tan
desconfiada, ¿Qué es lo peor que te puede pasar?... aparte de ser secuestrada,
violada, vendida en partes, violada y después ser vendida en partes… mejor dejo
de pensar.
-¿Ya me puedes decir la sorpresa?-
pregunte nerviosa.
-No comas ansias- de nuevo. Sonrió.
Caminamos un poco hasta llegar a un
zaguán blanco… eso me ponía aun más nerviosa. Golpeo el zaguán y una voz salió
del otro lado.
-¿Qué quieren?- pronuncio la voz
ronca.
-Soy yo, Mateo.
Hubo silencio, estaba confundida,
muy confundida. También estaba muerta de miedo.
El enorme zaguán se abrió, me
extendió una mano, yo me limpie la mano izquierda; estaba cubierta de sudor, y
lo tome de la mano para seguirlo, al entrar note un pasillo largo, no había
luces, había apartamentos, sin terminar de construir y había un olor extraño,
no lo reconocía.
Una chica pasó muy rápido a lado de
mí, perdí el equilibrio y alguien me atrapo por la cintura, Mateo, ni siquiera
note cuando había dejado la caja en el suelo.
Al recuperar el equilibrio note que
había más gente, chicos y chicas algunos patinando, otros fumando lo que
parecía ser hierba, otros solo estaban sentados y algunos más estaban en esos
cubículos diminutos sin completar, eran una especie tiendas.
-Y bien, ¿te gusta?- por fin dijo
Mateo, pensaba que había perdido esa capacidad.
-Claro todo es tan…colorido, lleno
de vida, tan… diferente.
-Obvio, porque todo lo igual aburre,
si trataras de ser igual a los demás seria patético.
Mateo se agacho y saco dos pares de
patines, unos rosas y unos azules intensos.
-Es un estereotipo eso del rosa para
las niñas y azul para los niños. Por favor dime que no vamos a patinar.
-Okay, no te lo diré- sonrió y me
acerco el par rosas. Realmente odio patinar… bueno no, simplemente tengo miedo
de caer y morir, ¡y aun no tengo un romance como el de Ryan y Marissa!
-Créeme soy pésima- dije, mientras
agitaba los patines en el aire.
Mateo se sentó en el suelo y se saco
los tenis, se puso los patines y se levanto con cuidado.
-Vamos, yo te ayudo- me sonrió,
cuando me di cuenta ya estaba sentada poniéndome los patines.
Me extendió una mano y me ayudo a
levantarme.
-¿Lista?- me guiño un ojo.
-No, pero tengo seguro dental, eso
me hace sentir un poco mejor.
Comenzamos a avanzar lentamente,
íbamos tomados de la mano. De pronto sentí la mano húmeda, estaba sudando como
nunca antes, me sentía una fuente de sudor, podría apagar un incendio, tal vez
mi poder de elegida era lanzar chorros de sudor por las manos.
Íbamos a un buen ritmo, pasando por
el lugar, había varios locales ubicados en esos pequeños cubículos que un día
estuvieron destinados a ser habitados.
-¿Qué es exactamente este lugar?- le
pregunte a Mateo, que aun sostenía mi sudorosa mano.
-No sé exactamente que es- contesto
–estaba destinado a ser un lugar para que la gente viviera, no se termino el
proyecto y alguien lo convirtió en un paraíso skater.
-Y al parecer también en un
fumadero.
-Si… bueno…- guardo silencio.
Seguimos avanzando, el sutil olor a
marihuana aumentaba, en los lugares que antes serian departamentos, había
tiendas con dueños un poco estrafalarios, chicos con enormes expansiones
haciendo tatuajes, en otro vendían joyería. Seguimos avanzando, hasta que me
detuve frente a un local.
-¿Qué pasa?- retrocedió Mateo.
-¿Te gustan?- pregunto la chica del
local acercándose. Tenía un aspecto muy hippie, pelo rubio con rastas, un
piercing en la nariz y un vestido muy colorido.
-Claro, todo es muy… original y
colorido- le dedique una sonrisa a la chica.
-¿Quieres algo?- Mateo me tomo por
el brazo.
-Este yo… si… pero…
-Pero nada, no seas tímida y elige
algo.
Entre al local, mateo me siguió, ya
me había adaptado a los patines, había marcos, espejos, en sí muchas
manualidades de colores. Habían dos que capturaron mi atención, un espejo
rodeado de pedazos de vidrios pintados de varios tonos de morado y un atrapa
sueños. Pase mis dedos por las plumas, eran suaves y mis ojos se quedaron
posados en aquel espejo.
-¿Te llevaras ambos?- pregunto la
chica.
-Yo…
-Claro que se llevara ambos- Mateo
no me dejo terminar de hablar. Me dedico una sonrisa mientras le pagaba a la
encargada.
La chica tomo el espejo y el atrapa
sueños y los metió dentro de una bolsa, y salimos de la improvisada tienda. No
sin que antes la chica nos dedicara una sonrisa.
-Gracias por el regalo- le dedique
una sonrisa mientras avanzamos.
-Fue un placer- sonrió –pero…-
levanto la bolsa –para quedártelos, tienes que ganarme… ¡En una carrera!- salió
patinando a toda velocidad.
Lo seguí por el lugar, pasando cerca
de rampas (que antes estaban destinadas a ser albercas) y lugares con más
gente, había más tiendas de las que imaginaba. Mateo era muy rápido, apenas lo
podía ver, cuando entramos a un pasillo, lo perdí de vista, estaba agotada.
-¿Tan pronto te rindes?- pregunto
una voz desde atrás.
-Ni en tus sueños, guapo- saque un
poco más de fuerzas y lo seguí. Mateo disminuyo su paso.
Cuando por fin estuve cerca de él,
perdí el equilibrio, ahora si me tenía que despedir de todos y cada uno de mis
dientes. Antes de caer, Mateo me atrapo entre sus brazos, me sonroje de
inmediato.
-¿Estás bien?- pregunto el chico de
los hermosos ojos de color miel.
-Ahora lo estoy- me quede mirando
sus ojos. Esos segundos se estaban convirtiendo en horas, sentía como una
corriente eléctrica atravesaba mi cuerpo.
Su cara se estaba acercando a la
mía, casa vez más cerca, hasta que paso lo inevitable, Mateo y yo nos estábamos
besando.
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