Lola… Lola… ¡Lola!- grito mi mamá.
Ella chasqueo los dedos en frente de mí.
-Eh… ah- comencé a balbucear -¿Qué
paso?- gire la cabeza.
-Llegamos- índico mi mamá señalando
la casa. No había notado siquiera que estábamos a punto de entrar en el garaje.
–Estuviste muy callada todo el viaje, tenias la mirada en el camino- dijo
mientras se estacionaba -¿en qué pensabas?
-Nada, solo cosas de la escuela-
dije y me baje del auto.
Toda la tarde fue muy tranquila, la
misma rutina de siempre, solo un día normal más… o casi. Lo único que cambiaba
y mejoraba radicalmente la tarde era mi “cita” con Danniel.
Faltaba menos de una hora para la
cita, no sabía que ponerme, pase por varias opciones, desde vestidos, faldas,
hasta shorts muy cortos, nada me convencía.
No, Danniel debía conocer a la Lola
de siempre, conecte mi celular a las bocinas en forma de oso de peluche, que
estaban en mi tocador y puse “Wings” de Little mix y comencé a revolver mi
closet, buscando algo adecuado para la ocasión. Tome unos jeans, una playera
blanca y con un mostacho en medio, sin mangas y sobre ella una camisa roja, me
arremangue las mangas hasta los codos, no lo iba a impresionar con algo que no
era como las veces pasadas.
Solté mi pelo, estaba ondulando, se
veía mejor suelto, revise en mi closet una vez más, faltaba una cosa, tome una
pañoleta rosa y me la puse sobre la cabeza, no se veía mal, pero no me gustaba.
La enrolle un poco y me la amarre alrededor de mi frente, algo al estilo Rocky,
me vi al espejo y me gustaba el resultado.
Tome el perfume de fresas que estaba
sobre mi tocador, me puse un poco, me gustaba el aroma, esperaba que a Danniel
también. Me puse los converse rojos de siempre, estaba decidida. Tome mi bolso
de siempre y baje. Pedí permiso y dinero, por suerte mi papá estaba ahí, así
que me dio más, de lo que mi mamá me hubiera dado.
En el café la música sonaba
tranquila, una canción que no conocía, recorría el lugar, la gente estaba ahí,
sentada como si nada, el día era solo uno más para ellos, algunas personas estaban
solas, otras trabajando en una laptop sin tocar el café o la comida que tenían
frente a ellos, unos más con amigos o con su pareja. Yo pedí un frapuchino
“nuboso”, podría decirse que era un frappe más, ha diferencia que este tenía
chispas de chocolate con forma de nubes y otras más de color azul. Jugaba con
el servilletero ansiosa, comencé a tamborilear con los dedos, estaba nerviosa,
¿Qué tal si no llega?... no, llegara solo, debo de ser paciente.
La puerta se abrió, entro un chico,
rubio y de ojos azules, era él, era Danniel, se veía muy bien, con una camisa
tipo polo sin abotonar, unos jeans y unos zapatos de gamuza. Cuando me vio me
dedico una sonrisa desde lejos. Se acerco. Me levante.
-Hola- lo salude y le di un beso en
la mejilla.
-Hola- dijo animosamente. Ambos nos
sentamos. –Hueles muy bien.
-Gracias- sonreí, sentí que empecé
sonrojarme, intente disimularlo cambiando la conversación.
-También te ves muy bien- sonrió,
mostrando una dentadura perfecta –con un peinado más alto, te verías como Amy
Winehouse.
-Gracias…- no sabía si era un
cumplido.
-¿Y tus amigos?
-¿Quiénes?
-Tú sabes, el chico gordito y la
chica de mechas rubias que siempre están contigo…- lo interrumpió una mesera,
que dejo un menú, este se puso a ojearlo y puso la mirada nuevamente sobre mí.
–Creí que estarían contigo, digo siempre están contigo.
-Hoy no- di un sorbo a mi bebida
–hoy decidí darme un descanso- solté una risita, la verdad no le encontraba
gracia, simplemente fue una risa nerviosa. –La verdad es que se fueron a la
graduación de Sebastián.
Este se quedo viéndome, parecía no
entender de qué estaba hablando. Solté un suspiro y hable:
-Sebastián, es el novio de Valeria y
primo de Demian… Valeria es la chica de las mechas y Demian el chico gordito.
-Oh- parecía entenderlo ahora. La
mesera dejo un capuchino enfrente de él, esta le dedico una sonrisa y él hizo
lo mismo. No sabía porque pero me sentía un poco celosa.
-Yo pensé, que tú vendrías con tu
amiga.
-¿Quién, Tatiana?- dio un sorbo a su
capuchino. –No ella tenía una cita.
-Oh- hubo silencio –al principio
creí que era tu… novia.
-No, para nada- este soltó una
risita –digamos que no somos compatibles.
No entendía a que se refería, así
que mejor no pregunte.
-Y tú ¿no tienes novio?- pregunto
–me quedo claro la ultima vez, que el gordito no es tu novio, y bueno, en estos
tiempos las niñas tienen novio desde antes de salir del kínder-. Reí una vez
más, no sabía si porque me causo gracia o porque estaba nerviosa.
-No estoy soltera- dije tranquila,
sonriente.
Nos quedamos en silencio, resultaba
incomodo, pero aunque me pagaran, no cambiaria esta situación, por muy incómoda
que resultara, estaba sola con él.
-Bueno, no me dijiste cuanto sacaste
en matemáticas- sonrió una vez más –digo esa es la razón principal de nuestra “celebración”-
hizo comillas con los dedos.
-¡9.5!- dije emocionada.
-¡Qué bien!- parecía feliz –eso
significa que soy un buen maestro.
-El mejor- ambos reímos.
El silencio incomodo había
terminado, comenzamos a hablar de cosas sin importancia, como música y otras
cosas, las anécdotas sobre sus años de secundaria no faltaban. A pesar de la
diferencia de edades nos entendíamos muy bien, podíamos seguir el hilo de la
conversación a la perfección. Había risas, sonrisas, nos estábamos entendiendo,
no me sentía incomoda, ya no más.
-Me tengo que ir- dijo Danniel. Mire
la hora eran casi las nueve y media.
-Al parecer yo también, no note que
fuera tan tarde.
-El tiempo pasa rápido cuando te
diviertes- la mesera dejo una cuenta en la mesa, Danniel se dispuso a pagar,
más de lo que era debido.
-¡Espera!- exclame –invito yo, yo
soy la que te debe una, gracias a ti se matemáticas.
-Ni hablar- al parecer no quería dejar que lo
invitara –pago yo, yo soy el caballero.
-El caballero que he invitado yo- lo
mire a los ojos, sus profundos ojos azules que tanto me gustan –además estamos
en el siglo XXI.
-Pero…- suspiro –te propongo algo,
mitad y mitad ¿te parece?
-Está bien- dejamos el dinero en la
mesa y salimos del lugar.
Estábamos fuera de “Esquina del
cielo” nos miramos a los ojos. Una vez más había silencio. Pero este silencio
era diferente, no era incomodo. Era de esos silencios en los que podías mirar a
la otra persona, y deseabas que el tiempo no corriera, solo quería quedarme ahí
viendo sus hermosos ojos azules.
-¿No quieres que te lleve?- dijo,
apuntando a su auto. Un convertible azul, tenía la capota arriba.
-No gracias, estoy bien.
-Vamos, no muerdo- sonrió mostrando
su perfecta dentadura blanca.
-No se…
-Anda vamos- me tomo del brazo y me
jalo hasta el auto.
Subimos y el comenzó a conducir,
tranquilo, le indique el camino a mi casa, en el camino hubo más chistes y
algunas anécdotas. Llegamos a mi casa y él se estaciono.
-Bueno gracias por el aventón- le
dedique una sonrisa.
-Fue un placer- me regreso la
sonrisa –tenemos que repetirlo.
-Claro…- dije dudosa –hasta luego-
le di un beso en la mejilla y me apresure a salir del auto.
-Adiós Lola- este arranco el auto
una vez que estaba abajo.
Inserte la llave en el zaguán de mi
casa, estaba feliz, me sentía bien. Entre y camine por el jardín.
-¡Cristo redentor!- me tire al pasto
y comencé a reír. Aun no podía asimilar que estuve toda la tarde con el chico
de mis sueños.
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