Un
golpecito al cristal eso fue lo que me despertó. Al principio creí que había
sido algún sueño, pero al abrir los ojos me di cuenta de que era real y alguien
arrojaba piedras a mi ventana. Busqué mi celular en el buro para encontrar que
sólo estaba el teléfono. Había olvidado que mi padre se había llevado el
celular junto con mi laptop. El ruido de las piedras golpeando mi ventana era
insistente, corrí la cortina y vi a un Danniel vestido deportivo, con un ademan
me pidió abrir la ventana. La situación me parecía surrealista, me recordaba un
poco a el sueño que tuve en el piso de la biblioteca de la escuela, sólo
esperaba que no me pidiera que soltará mi cabello por la ventana.
Abrí la
ventana y saqué la cabeza, el viento de la mañana era frío, Danniel escribía
algo en un cuaderno, recargado en el cofre de su auto, parece que lo hacia en
varias páginas. Finalmente termino de escribir y levantó el cuaderno mostrando
lo que decía:
“¿Puedes”
se leía en la primera página, rápidamente cambio de página; “bajar?, era lo que
se leía en la siguiente. Con un ademan le pedí que me diera un momento.
Cerré la
ventana y abrí el closet, me puse lo primero que encontré, parecía lista para
salir a correr. Ahora sólo debía arreglar un problema.
Tomé a
Brownie y a Juana, y los metí bajo mi cama. Aunque no parecía convincente, no
al menos que fuera una enana. Abrí de nuevo el closet y comencé a sacar ropa,
tomé todo lo posible y lo intenté hacer parecer humano bajo las sabanas.
Salí de
la habitación, no sin antes tomar mis converse rojos. No me los puse para no
hacer ruido.
Cuando me
encontré fuera de la casa, noté aun más la temperatura matutina, era fresca. Me
puse los converse y me acerqué a la
verja, ahí estaba Danniel, con las mejillas rojas por el frío de la mañana y un
prominente moretón en la mejilla izquierda.
-Hola-
dijo.
-Hola-
contesté.
Me
acerqué a él y nos unimos en un extraño e incomodo beso a través de los
barrotes.
-¿Cómo
estás?- me aventuré a preguntar. –¿Mi papá no te hizo mucho daño?- señalé a su
moretón.
-No te
preocupes- sonrió. Era una de esas sonrisas que hacían que el hielo se
derritiera. –¿Puedes salir?
-No sin
hacer ruido.
-Podrías
saltar la valla.
-Claro,
también podría masticar vidrio, pero por obvias razones no lo hago.
-Vamos,
no te pasará nada- el chico parecía seguro de sí. –Yo te cuido.
-Lo mismo
le dijeron a mi prima y ya tiene dos hijos- suspiré.
Subí a la
pequeña barda y me colgué de los barrotes que estaban pintados de negros, en
ellos crecían enredaderas. Comencé a escalar, no sabía cómo pero ya estaba a
punto de cruzar, ese era el efecto que tenía ese chico sobre mí.
Eché un
pequeño vistazo hacía abajo, Danniel estaba expectante. Lo había logrado,
estaba afuera. El chico del moretón en la cara me rodeo con su brazos y me dio
otro beso, uno más largo y cálido.
-Vamos-
dijo.
-¿Adónde?
-Lola-
resopló e hizo un gesto de decepción, pero no se veía enojado, más bien parecía
divertido –a estas alturas ya deberías saber que no te voy a decir.
Hice una
mueca y lo seguí hasta donde había estacionado su auto. Aún estaba oscuro, sin
embargo, cuando arrancamos pude ver a mucha gente dándose prisa para llegar al
trabajo, al metro o simplemente gente corriendo.
Recargué
la cara sobre la fría ventana, esperando a que la sensación me despertará, pero
fue inútil. Solté un largo bostezo, no había logrado dormir, pues después de
haberme encerrado en mi habitación, pude escuchar a mis padres discutiendo, la
razón fui yo y la complicidad de mi madre con el asunto de Danniel, todo eso me
había hecho imposible dormir.
-¿Tienes
sueño?- preguntó el chico, atento a la carretera.
-Bastante-
contesté –estas no son horas de estar despierto, además de que no pude dormir
bien.
-¿Por
qué?
-Estuve
pensando en el lío de anoche… o hace un rato, no estoy segura.
Danniel
sólo esbozó una pequeña sonrisa, que más bien era una sonrisita amarga.
-Sabes-
ahora fue él quien suspiro –todo esto me recuerda un poco a Romeo y Julieta-,
¡ja!, si supiera lo que soñé en la biblioteca.
-Sí, sólo
espero que nadie terminé muerto.
Las
calles me eran conocidas, el edificio me era conocido, era el hospital, el
mismo donde trabaja su padre.
El auto
dejo de moverse, Danniel se había estacionado frente al edificio donde me había
pedido ser su novia.
-Ven- me
dijo y salió del auto.
Seguí su
paso, no entendía muy bien el objetivo de ir a un hospital en la madrugada, tal
vez mi papá le había hecho más daño del que creí y me iba a pasar la factura.
Entramos
al estacionamiento, tomados de la mano, sabía adónde estábamos yendo, pero pregunté,
sólo para cerciorarme:
-¿Adónde
vamos?- pregunté al chico que me llevaba a un elevador al fondo del
estacionamiento.
-A
disfrutar del espectáculo- dijo, mientras entramos al elevador.
Las
puertas se cerraron y el chico se puso frente a mi, ni siquiera el moretón en
su cara podía matar su encanto.
-¿Te
duele?- pregunté. Hicimos contacto visual, su mirada me parecía reconfortante.
-No-
esbozo una pequeña sonrisa y puso su mano en mi rostro, el contacto con él me
estremeció y me acerque a él, para poder unirnos en un beso.
El
ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, nuestros labios se separaron y sólo
nos dedicamos una mirada cómplice.
Me tomó
más fuerte de la mano y lo seguí por las escaleras, parecían menos que la
última vez, tal vez porque a esa hora no había nadie que lo conociera.
-Aquí
estamos- atravesamos la puerta y estábamos en el techo del hospital.
-Sí-
contesté, tratando de fingir felicidad –mi sueño hecho realidad, estar a las
siete de la mañana en el techo de un hospital, algo menos en mi bucket list.
El
muchacho de cabellos dorados parecía no haberlos escuchado, se acerco a mi y me
dio otro beso, uno más cálido y duradero que el del elevador.
-Ven-
dijo, tomándome de la mano.
Lo seguí
sin preguntar, sabía que no tenía que hacerlo, pues si era con Danniel, podía
ir al mismísimo infierno y estaría bien.
Se sentó
al borde del edificio y lo imité. El chico se acomodo para estar más cerca de
mi y me rodeo con su brazo derecho, me recargué sobre su hombro y le di un
pequeño beso en la mejilla en la que sentía una barba que apenas comenzaba a
crecer.
-¿Ya te
dije que me gustas?- preguntó, mirándome con sus ojos azules, con una sonrisa
dibujada en su rostro.
-Muchas
veces- contesté.
-Pues es
verdad.
Danniel
sacó su celular del bolsillo derecho del pantalón y miro la alargada pantalla.
-Ya casi
es hora.
-Para
qué.
-Sólo
observa- guardó su celular de nuevo en su sitio. –Oh, espera- sonó como si se
le hubiera ocurrido la idea más brillante de la historia y sacó su teléfono de
nuevo. –Necesitamos ambiente.
Desbloqueo
su celular y busco rápidamente algo en la pantalla, del aparato comenzó a sonar
“Meet me halfway” de los “Black eyed peas”.
-Así esta
mejor- comentó y me dio un suave beso en los labios.
Y así, me
di cuenta a que se refería, el sol comenzaba a levantarse, era hermoso estar en
las alturas, disfrutando de aquel espectáculo de la naturaleza.
-Es
hermoso- solté.
-Lo es,
sin pensar que nos perdemos esta clase de cosas todos los días, es una lastima
¿no crees?
-Sí, lo
creo.
Danniel
dejo de rodearme con su brazo, pero en cambio, tomó mi mano y la apretó.
-Sabes,
nunca creí que estaría aquí con alguien… con alguien que quisiera.
-Eso es…-
me mordí el labio, estaba sin palabras, era la primera vez que me decía que me
quería –muy dulce.
Lo tome
por el rostro y lo besé, yo también lo quería, tal vez era rápido, pero lo
sentía.
Nos
separamos y me dedico una sonrisa.
-Sabes,
nunca creí que estaría con alguien cinco años menor- bien Danniel, sabes como
romper los momentos románticos. –Pero, tú eres diferente, lo sé desde la
primera vez que te vi- pero también sabes arreglarlos.
-¿Te
refieres a cuándo chocamos?- pregunté.
-No-
contestó –la primera vez que te vi, estabas viendo por la ventana de tu
habitación, viéndome, para ser exactos- me quede helada, ¿siempre supo que me
gustaba? –te veías muy linda… te ves muy linda. Siempre creí que te gustaba,
veías mucho el parque, mis fotos tenían tus likes.
-No
todas- protesté.
Danniel
soltó una carcajada, parecía que la situación le divertía. Se puso de pie y me
extendió un brazo.
-Es hora
de irnos- dijo, al tiempo que paraba la música, que desde hace un rato no
escuchábamos. Lo tomé por el brazo y me atrajo hacia él, se inclino y me besó.
–No quiero tener un moretón en la otra mejilla.
Hicimos
el mismo recorrido, las escaleras y luego el elevador, cuando salimos la
carretera estaba más llena de autos y las banquetas más llena de gente, ni en
vacaciones la gente paraba, no en esta ciudad. Sólo temía que el transito no
aumentara, no quería ser descubierta, no faltaba mucho para que mi padre
saliera a trabajar.
Pero
gracias al cielo, el transito fluyó bastante bien y llegamos a mi casa en un
santiamén.
Nos
estacionamos cerca de la casa, una cuadra lejos, pues mi padre paso muy cerca
de nosotros, pero afortunadamente no nos vio, ahora sólo tenía que evita a mi
madre, que para esa hora ya debía estar despierta.
-Bien-
dijo Danniel, soltándome de la mano –creo que aquí nos despedimos.
-Así es-
trate de sonreír.
-Espero
verte pronto.
-Yo
también, prometo llamarte más tarde.
-Muy
bien, espero que encontremos una solución.
-Yo
también- aunque para ese momento no parecía haberlas, un nudo se me formo en la
garganta al pensar en la idea de tener que dejar a Danniel. –Pero ahora,
tenemos un problema más importante.
-¿Cuál?-
preguntó.
-¿Cómo
voy a entrar sin ser descubierta?
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